Eduardo Ovejero. FOTO EPDA Hoy deseo que mi artículo recoja en su crisol, reflexiones sobre los verdaderos protagonistas de la Política, los Alcaldes y Concejales de Pueblo.
Cuando se habla de los políticos y se vierten estos epítetos tan familiares sobre la corrupción y el choriceo del gremio, la gente parece pasar por encima de los que le gobiernan en el nivel más cercano.
¿Pero sabe la gente lo dura que es realmente la política municipal? Si alguien va en una lista electoral queda marcado para siempre, arrastra consigo a su familia, se vuelve objeto de burlas, le deja de hablar medio pueblo – y le empieza a hablar la otra mitad –, tiene que moverse entre las puñaladas y las rivalidades personales dentro y fuera del partido… Y a la vez los vecinos le paran en el bar o en la panadería para contarle sus problemas, a que les ayude con tal o cual expediente, a que le resuelva el pavimento suelto, la farola que no alumbra… Un político municipal lo es las 24 horas. Pero eso sí, no hay duda de que la tarea también tiene su lado gratificante. Transforma su pueblo, hace que las cosas funcionen – desde la recogida de basuras hasta las fiestas patronales – y su buena o mala gestión tendrá, sin duda, un impacto directo y visible por mucho tiempo.
La inmensa mayoría se parten la cara en sus Municipios sin cobrar nada por ello. Para mi toda esa gente es lo mejor de la política que tiene este país; la de personas que se meten para intentar mejorar la vida de sus vecinos como buenamente puede. Esos son los concejales. Es verdad que siempre nos llegan los sonados escándalos de corrupción municipal y hay tentaciones de brocha gorda. Ahora bien, qué poquito caso se hace de todos aquellos que, calladamente, asumen un coste personal por contribuir al bienestar de su gente…¡Y anda que no es duro soportar a tus vecinos todo el día! A ellos, a los representantes municipales (y muy especialmente a los de pueblo), mi más profunda admiración personal.
Puesta en valor
Por ello, hoy más que nunca es necesario y justo poner en valor a los concejales, de todos los colores políticos, que dedican su tiempo y su vida a los demás. Es verdad que algunos perciben, retribuciones por el trabajo público, en su inmensa mayoría razonables, de las que no sólo no tienen que avergonzarse, sino que se justifican con su labor y dedicación y como no con los resultados. Muchísimos otros, el resto, lo hacen sin ni siquiera percibir un solo euro por su desvelo y esfuerzo.
Es el momento, y estoy de acuerdo que los Alcaldes y Concejales precisan un nuevo marco jurídico, sí, y también una Ley de Haciendas Locales adecuada, pero lo que más necesitan es que su trabajo se ponga en valor y no se les señale como derrochadores o malos gestores a los que habría que retirarles algunas competencias, como si se tratara de niños pequeños a los que hay que tutelar, cuando a los que había que controlar no se les ha controlado.
Con las nuevas reformas, algunas necesarias, no se debería subordinar a Alcaldes y Concejales a meros “alguaciles” o porteadores de Varas en procesiones. Lo que tocaría cuando salgamos de este bache económico, es dar más recursos a los Municipios y poner en valor la actuación de esos miles de ediles, batallón de personas que dignifican la vida política.
Su despacho es cualquier rincón de su localidad, sus herramientas no son otras que el amor a su pueblo y la vocación de servicio a los demás.
Son para los ciudadanos la referencia, son el elemento más visible y cercano de las Instituciones, son el punto donde se agrega el sentido de identidad y de pertenencia de nuestros pueblos, y lo esencial son nuestros representantes elegidos libremente.
Alcaldes, Concejales sentíos muy orgullosos.
Pues, sólo desde las ideas, y el trabajo al servicio de los demás, podremos transformar esta sociedad y ganar el futuro. Y vosotros lo estáis haciendo.
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