Miguel Á. Martín.
Lo mismo que les
digo en esta columna, le dije el martes al hasta entonces Alcalde de Sagunto,
Alfredo Castello: “Espero que te vaya bien esta nueva andadura, así como
espero que pronto lo hagas en la oposición, y no te desgastes porque (y ojalá
me equivoque) tu momento político sea en 2019”. Hoy por hoy no dudo que nuestro
ex Alcalde tiene gran proyección dentro del PP actual y quizás más en el PP del
futuro, el de la travesía del desierto, que si la izquierda no lo impide,
volverá al gobierno en 2019. Muchos se preguntaran por mi pesimismo, pero como
dijo Saramago, los pesimistas somos los únicos interesados en cambiar el
mundo, los optimistas están encantados de los que hay.
Y así de encantados
veo yo a la mayoría de partidos de la oposición, que previsiblemente integrarían
un futuro gobierno de la Generalitat Valenciana. Ajenos al terremoto electoral
que puede caerles encima de la mano de la otra gran incógnita: Podemos. No
sabemos si conseguirá introducir más cambios en las oxidadas articulaciones de
todos estos partidos o arrastrarlos a una versión valenciana del “Ganemos”. A
nivel local, no parece más divertida, al contrario provoca bostezos. El PP
lleva tiempo en cómoda minoría y no parece haber alternativa. La también
cómoda oposición no parece mostrar muchas ganas de gobernar. Salvo,
excepciones, solo Compromís en toda la ciudad e IP solo en el Puerto parecen
querer “tocar calle”. El resto parece que está en “otras cosas”.
Para todos los que esperanzados, ansiamos un cambio, urge que la
izquierda hable y se entienda para generar un proceso de cambio que ilusione y
sobre todo que sea útil a todos, y especialmente a las que más necesitan de
todo. Cambio que no dure solo una legislatura sino que se mantenga. Si no lo hacen,
es posible que 2019 sea el año de Alfredo Castello, y que Sergio Muniesa siga
de Senescal en Sagunto. En definitiva “Querer es poder”, Castelló lo sabe. ¿Y
el resto?
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