Susana GisbertImagino que no hace falta que ponga apellido al
nombre que da título a este artículo. Y no hace falta que lo haga por lo grande
que era su propietaria. Por eso, aunque se haya escrito mucho ya sobre ella, no
podía dejar de rendirle mi pequeño homenaje.
Como
tantas personas que leemos, seguía a Almudena Grandes desde hace mucho, y esperaba
sus libros con la ilusión de quien espera algo que no solo sabe que le va a
gustar, sino que le va aportar elementos para la reflexión.
Recuerdo
la profunda impresión que me causó uno de sus relatos cortos, sobre una niña
con síndrome de Down. Cuando lo terminé, pensé que ojalá algún día fuera capaz
de escribir algo al menos la mitad de bueno que aquello. Y aun sigo en ello.
También
recuerdo que una de sus frases en "Malena es un nombre de tango" me marcó
especialmente. Decía el padre de la protagonista, con respecto a la visita al
ginecólogo de su hija, algo así como "no me habléis de mujeridades sanguinolentas".
Una expresión que encierra el machismo y los estereotipos de toda una época. Me
pareció inmejorable.
Pero
si en algo fue admirable la labor de Almudena Grandes, además de su talla como
escritora, es en la recuperación de la memoria histórica. Esa memoria histórica
que nos robaron y que va mucho más allá de fusilamientos y cuerpos en fosas y cunetas,
aunque ahí tenga su expresión más grave. Almudena nos devolvió las pequeñas
historias de las que nadie hablaba, esas que se hubieran perdido si nadie las
hubiera escrito. Y lo hizo de un modo hermoso y adictivo. Una vez empezado un
libro suyo, no podía dejar de leer. Y una vez acabado, ya ansiaba el siguiente.
Por desgracia,
ese esperado siguiente libro ya no llegará. Ya no buscaremos en la Feria del
libro su último libro, porque ya lo había escrito. Tal vez sabiendo que era el
último. Tal vez deseando que no lo fuera.
Por
todo eso no entiendo cómo un rifirrafe político ha impedido que se le nombre
hija predilecta de su ciudad. No alcanzo a entender cómo se puede ser tan
mezquino de no reconocer lo indiscutible
Todavía
menos -o más- entiendo la actitud de algunos cobardes anónimos, que expresaban
en redes sociales su desprecio usando los peores insultos. Unos insultos que,
por supuesto, definen a quien los hace. Y no bien, precisamente.
Desde
aquí solo puedo decir: gracias, Almudena. Por todos los ratos felices que me
has dado. Y los que me quedan.
twitter @gisb_sus
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