¿En serio habiáis pensado que aunque ya se hayan acabado las Fallas os iba a hablar de otra cosa ? ¿Que porque llevemos todo el mes de marzo con ese tema, no iba yo también a opinar y compartir con vosotros mis mas íntimos pensamientos sobre esas fiestas?
¡ Qué mal me conocéis! Porque primero, como periodista, me parecería raro hablar de las Fallas en pleno mes de julio, y segundo, porque si hay una cosa aquí que me chifla (y con esa palabra me quedo corta), que me encanta, que veo increíble, fantástica y desmedida pues, justamente, esa cosa son...¡las Fallas !
Nunca he visto fiestas tan únicas, tan especiales, originales y a la vez tan polifacéticas. En ningún otro sitio he visto celebraciones tan intensas y con una dimensión tan multicultural, pues el arte y la cultura están en la creatividad de los monumentos, claro, pero también en los espectáculos pirotécnicos y en la creación de la indumentaria.
A eso se puede añadir la dimensión religiosa, con la Ofrenda (¿conocéis algo similar ?), la dimensión diría intergenerational e intersocial (el hecho de que esas fiestas reúnen a todos, mayores y jóvenes, de todas clases sociales), y por fin, la dimensión “gastronómica” con los churros y buñuelos, aunque aquí me estoy pasando un poco, lo reconozco…
Dicho lo cual (os ha quedado bien claro que soy una forofa de las Fallas ¡¿no ?!) y a pesar de eso, me he dado cuenta de que ¡no a todo el mundo le gustan las Fallas ! De hecho, tardé unos años en darme cuenta de que, incluso, ¡había gente que las odiaba !
Me costó tiempo comprender que podían molestar y/o disgustar. Tardé en entender por qué una parte de mis amigos valencianos se iba fuera sistemáticamente en esas fechas (¿se las iban a perder? ¡pues si !)…tardé en captar que si necesitas dormir es una lástima despertarse con un sobresalto en la cama por un petardazo de esos, que arriesgas la integridad de tus tímpanos sólo al andar por la calle y pasas miedo porque las llamas de la falla que justo plantan siempre abajo de tu casa, casi prenden fuego a tu vivienda la noche del 19. A eso se añade una serie de molestias ligadas al incivismo de la gente y a la masificación debida a la notoriedad cada vez mas importante de las Fallas… Total, que todo eso y mucho más es al final el precio, para algunos, a pagar por vivir (en marzo también ) en Valencia.
A los extranjeros que vienen adrede o ya instalados aquí, por supuesto, a una gran mayoría, ¡les encantan ! Alucinan en colores con todo lo que ven. Nunca hubieran imaginado algo parecido, están locamente sorprendidos y se quedan sin palabras a la hora de contarlo a sus amigos y familiares de fuera. A los que no lo tienen claro, les aconsejo amar las Fallas sí o sí, porque es la mejor manera de pasarlas bien, de no sentir tanta molestia, de no sufrir. Porque si no, es verdad que se pueden hacer largas y con poca gracia.
De todas formas, hay cosas más graves y desagradables en la vida que tener que aguantar eso. Ni tú ni yo ni el más “anti-fallas” podría imaginar Valencia sin esas fiestas, sin esos falleros y falleras, sin esa locura que se empodera de la ciudad… Eso porque, lo queramos o no, es parte integrante de su identidad.
*Directora de Valencia-expat-services.com