Paula GarcíaUna película puede inspirarte, puede entretenerte o angustiarte e, incluso, puede hacerte ver una realidad de la que no eras consciente pero que puede sucederle a cualquiera. No deja de ser una película. Ficción o no ficción. Puede ser totalmente desvinculada de la realidad o ser un reflejo de la realidad que nos circunda de la que no nos habíamos percatado.
El amor en las películas da mucho juego tanto como el desamor de sus protagonistas. Tanto unas como otras pueden ser un “taquillazo” o pasar desapercibidas por la sala de los cines. Pero puede que resuenen en la vida de quien las visualiza. Es más, puede que les proporcione el “clic” en la consciencia del que antes no se habían dado cuenta.
Vamos a poner un ejemplo. Surge el amor entre dos personas. Sujeto A y sujeto B. Ambos deciden emprender la aventura del amor el pareja con los compromisos y responsabilidades que eso implica bajo un mismo techo.
Una boda (del tipo que sea) y se sellan los corazones con un compromiso que supone cuidarse, y querer lo mejor para el otro, en lo bueno y en lo malo. En las mejores circunstancias o en las peores. Eso es un compromiso, desde mi punto de vista.
Si un amor es fuerte como una roca o quiere convertirse en esa roca (las rocas no se crean de la noche a la mañana; llevan su proceso natural), lo momentos alegres suman a la relación. ¿Qué ocurre con los momentos complicados, duros, difíciles de digerir? Una enfermedad crónica e incluso mortal de una de las dos partes, la rutina del día a día, el espacio que pueda necesitar cada parte implicada para poder crecer de manera individual que aporte a la relación que supone tiempo y espacio para crecer más allá de dos para fortalecer la pareja en sí, un desencuentro, la diferencia de opiniones, una o más decepciones con la otra persona.
Pero ante todo está la pareja que decidió en su momento compartir sus vidas hasta el final. Hasta que a uno de los dos se les agote el aliento por la inevitable muerte que siempre estará presente. Morirse forma parte del proceso de la vida. Y el amor en sí también puede morir antes de que la vida nos lleve al cementerio.
El amor en pareja no es fácil. Todos queremos creer que lo es pero eso suena más a “cuento de hadas” que a la realidad, que siempre es aplastante, nos guste o no. El amor en pareja puede parecer fácil, llevadero y hasta un “eterno maravilloso amor”, como vemos en las películas o bien como nuestros vecinos nos cuentan, vaya usted a saber.
Porque nos lo han inculcado o por el deseo genuino de que la situación, el amor que surgió en determinado momento, funcione y siga el curso natural del deseado crecimiento juntos. Aunque la realidad es diferente en muchos casos: surgen los problemas logísticos, muchas veces, y otras problemas como los previamente comentados. Y otro tipo de problemas que surgen con el día a día de la convivencia. Es normal, no pasa nada. Roces, disparidad de forma de ver las cosas, el bagaje personal y emocional que cada uno llevamos (las conocidas como “mochilas emocionales”).
¿Qué hacer en esos casos cuando todo parece complicarse? Es una gran prueba para el corazón y para la pareja enfrentarse a ellos y tratar, en el mejor de los casos, superarlos juntos (en ocasiones incluso con ayuda profesional; porqué no). En el peor de los casos, la tensión entre la pareja es tanta que hay opciones: o la pareja se distancia para, tarde o temprano, romperse o tratar por todos los medios lograr superar las diferencias.
En los casos más complicados el amor que surgió tiempo atrás parece desvanecerse o apagarse día tras día. Y si no se desvanece totalmente puede que se “tuerza” un poco del camino elegido y deseado por los amantes.
Sujeto A se enfada por la causa que sea, lo cual afecta al sujeto B. Ambos intentan solucionarlo sin permitir que los silencios, las malas caras o el devenir conflictivo de los días vaya alterando a cada una de las partes
Nada el perfecto, somos personas con nuestras peculiaridades, conflictos internos o externos y somos susceptibles al cambio cada día que pasa. Eso es una realidad palpable y tangible. La vida es cambio y no siempre los cambios se hacen el paralelo; en ocasiones los cambios en el camino de la pareja se convierten en caminos divergentes que pueden llevar a la separación. Y esto no es malo ni bueno, simplemente, si de amor se trata, la pareja, lo amantes tienen que hacer un esfuerzo para volver a encontrar su camino dentro de la pareja, el nido que han construido y que deben seguir construyendo si quieren mantenerse unidos con raíces auténticas.
Si lo desean de corazón más allá de las convenciones sociales. Mantener una pareja por “el qué dirán de nosotros”, “por los hijos” o “porque llevamos tanto tiempo juntos que porqué no seguir en la misma línea aunque ya el amor esté muerto” son unas entre mil excusas para hacer de la pareja un acumulo más de problemas que se van sumando cada día sin aportar nada positivo. Todo lo contrario: cada día resta más y más.
Ante todo coherencia, desde mi punto de vista. Cuando las cosas no acaban de engranar en la pareja con el paso del tiempo, si las dos partes implicadas quieren y lo desean de corazón se deben tomar medidas que sumen a los dos.
No hay que tomar medidas radicales, drásticas ni hacer un drama de ello. Si de adultos se trata lo mejor es hablar abiertamente y sin tapujos de lo que está pasando y tratar, desde el respeto mutuo y el desear lo mejor para nuestra pareja llegar abuen puerto para cada parte implicada. Eso es amor.
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