El pasado sábado por la mañana decidí ir al Oceanográfic.
Este lugar, en marcado en la ciudad de las Artes y las Ciencias, es , junto al resto de lugares de este entorno, un icono de Valencia.
En efecto, se ha conseguido que la ciudad de las artes y las ciencias sea, con todas las críticas que se pueda verter sobre estas construcciones, un icono referencial internacional de Valencia utilizado en multitud de eventos como escenario donde poder realizar anuncios o rodar películas.
Con todo, creo que el Oceanogràfic pasa por ser la construcción menos vistosa aunque quizá la más curiosa.
El precio no es excesivo, 20 €, hay que recordar la cantidad de personas que trabajan ahí, y el coste de cuidar a tantos animales y tan distintos. Aviso a colegas de la profesión, hay un 10% de descuento para los colegiados en el ICAV.
Pues como marco incomparable que es de la física actual de Valencia, mi novia y yo fuimos el sábado allí para acompañar a una amiga de esta que era extranjera, alemana, para más señas. La susodicha había pasado, en una semana, por los estadios epidérmicos típicos del guiri: blanco leche; rojo cangrejo; moreno con cambio de piel incluido.
El Oceanogràfic es impactante, ver de cerca tantas especies de peces de tan distinta procedencia es impactante: desde los peces propios del mediterráneo, pasando por los tiburones del pacífico para acabar por la fauna marítima tropical.
También el espectáculo de los delfines, todo muy entretenido.
Quizá el animal que más negativamente me sorprendió fue: la persona.
Los visitantes, no todos, algunos, adolecían una carencia de civismo que me crispaba. Quizá no era suficiente que te dijeran a la entrada que no usaran flash para hacer fotos, tampoco lo era cuando, en cada sala, había un cartelito que te lo prohibía. Insuficiente del todo cuando por los altavoces recordaban que se podía dañar a los animales. Ni la maldita pegatina enorme que, en el cristal de cada pecera, aparecía con una cámara con flash tachada.
No, no era suficiente. Aún había gentuza que usaba el flash para hacer fotos a los peces. Me pregunto qué clase de tortura cutre preparan en modo montaje fotográfico para sus invitados : "aquí un pez" ( siguiente diapositiva) "aquí otro" (siguiente diapositiva) "aquí el mismo pez de antes"… una diversión, pero vaya, pongamos por caso que coleccionan por afán "pezfilico" ( si se me permite la expresión), fotos ¿qué necesidad hay de joder al tiburón que da vueltas en una pecera enana con destellos del cretino de turno? Ninguna. Por eso, en mi afán por hacer un mundo mejor, propongo a la dirección del Oceanografic que cuando pillen a uno de estos sujetos, lo cojan y tal cual, ya que es tan aficionado a las fotos con flash, lo metan en la piscina con los tiburones, así tendría un primer plano estupendo de los dientes.
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