José Antonio Sorzano.
Parece ser que los ciclos
chungos para las monarquías europeas, es un “marrón” que viene alternándose
entre la llamada sangre azul, ya que, actualmente, el famoso Annus Horribilis
pronunciado en su día por la reina Isabel II de Inglaterra, ahora le está
tocando a fondo a nuestra familia Real, que después de un follón le salta otro.
No seré yo el que
precisamente aprovechando el infortunio de los que viven a costa de nuestros impuestos
por el mero hecho de haber nacido en una cuna diferente, ahora saque mi vena
republicana, eso sí, noblemente sazonada familiarmente desde hace
generaciones, para poner a parir a la Monarquía. Pero ¡coño! Es que mirándolo
bien cada día nos lo ponen más a huevo.
Ahora resulta que
nuevamente ha saltado otro escándalo relacionado con la infanta Cristina. Escándalo
relacionado con la posible venta de un buen número de propiedades que no se
corresponden, por lo visto, con sus ingresos reales o cosa así. Pues a decir
verdad ya me pierdo con tantas historias relacionadas con el matrimonio
Undangarín – Borbón. Historias, que poco a poco van viendo la luz gracias al recto
proceder y trabajo del juez Castro. Juez que, por otro lado, está haciendo que
muchos de los españoles volvamos a creer en la Justicia y, sobre todo, en la
sacrosanta independencia del Poder Judicial, últimamente de capa caída.
El otro día, comentaba con
un amigo, si este juez no tendrá por casualidad ningún pariente apellidado
Montesquieu. Lo digo por aquello de su pasión por hacer respetar hasta sus
últimas consecuencias la división de poderes y, por tanto, la independencia
del Poder Judicial, defendida por el gran constitucionalista francés. Por
cierto, gran referente de la primera constitución democrática del mundo
moderno: la de USA.
El juez Castro, al cual
admiro y respeto como jurista que soy, se ha enrocado en la independencia de su
juzgado, y mucho me temo si es que no lo jubilan antes, no va a parar hasta que
termine de instruir completamente y como Dios manda el sumario del caso NOOS.
Todo, aunque se le pongan enfrente la Fiscalía, Hacienda, registradores y
notarios, que vienen a decirle ahora al juez que lo de las ventas de los
inmuebles realizados por la infanta Cristina, ha sido como consecuencia de un
error de anotación cometido por confundir su DNI.
El descojono y cachondeo de
los juristas del mundo mundial, no ha podido ser más sonoro, si tenemos en
cuenta que los DNI de la familia Real son especiales y únicos, ya que solo
constan de dos dígitos numéricos. Por ejemplo, según se ha publicado, el de
la infanta es el número 14. Por lo tanto, resulta prácticamente imposible que
se pueda confundir un DNI de la Casa Real, con los del resto de los mortales
que portamos ocho números más una letra.
Siempre he expresado desde
mi republicanismo, el respeto y consideración que le he tenido siempre a D.
Juan Carlos, por su compromiso y directo apoyo y participación en la
consolidación de nuestra democracia, en compañía de la izquierda y la derecha
democrática. La fórmula de la Republica Coronada, que ya nos apuntaba Nicolás
Maquiavelo, en su obra cumbre “El Príncipe”, creo que no nos ha ido nada mal a
los españoles en estos últimos casi 40 años de Monarquía Parlamentaria, donde
el Rey, como ‘primum inter pares’, ha metido las narices lo justo en la
gobernanza del país.
Todo estupendo y magnífico
hasta que la casa Borbón comenzó a emparentar con esos personajillos
matrimonialmente añadidos que han venido a confundir la Corona con un cortijo
particular donde se podía hacer de todo. Situación, donde su cuñado y hermana
le están fastidiando completamente el futuro “empleo” al príncipe Felipe, que
nada ha tenido que ver en estas historias.
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