Vicente Herrero. EPDA
Existen dos clases de aprendizaje.
Consciente e inconsciente.
El consciente es aquel que
nosotros queremos recibir, ya sea mediante estudios, libros, conferencias, etc.
El inconsciente es el que la vida
nos obliga a experimentar a lo largo de nuestro camino por ella, mediante
experiencias y actos.
El consciente está basado en
mayor medida nuestra aptitud. El inconsciente repercute más en nuestra actitud.
Los dos son igual de importantes, pero el inconsciente es el que marca el paso.
Muchas veces, a pesar de vivir
experiencias negativas en la vida, nos empeñamos en volver a equivocarnos. Pero
eso no quiere decir que no hayamos aprendido. La segunda vez que repetimos algo,
sabemos que es muy probable que nos vayamos a estampar, pero seguimos
intentándolo porque solemos ser testarudos. El aprendizaje no conlleva perfección
ni falta de errores. No nos equivoquemos.
Conscientemente decidimos
aprender un idioma, unos profesión, un arte…
Inconscientemente aprendemos a
ser calmados, nerviosos, generosos, solidarios, graciosos, elegantes, inteligentes,
generosos, brillantes…
Respecto al aprendizaje
inconsciente hay un apunte. Se puede mejorar.
Digamos que el consciente es
voluntario y el inconsciente involuntario.
Quiero apuntar que un aprendizaje
inconsciente o involuntario no conlleva un acto seguido. Se puede aprender pero
no actuar. Este sería otro tema.
Mi consejo para el aprendizaje
consciente, es que hagas algo que de
verdad te guste y lo des todo.
Respecto al aprendizaje
inconsciente; se consciente. No hay más.
“Sea de forma
consciente o inconsciente, aprende siempre”
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