José Antonio Sancho, tocando la guitarra en una celebración con funcionarios de Canet cuando era secretario municipal. FOTO EPDA El todopoderoso secretario municipal de Canet d’En Berenguer, José Antonio Sancho Sempere, ofreció una ‘conferencia’ sobre ‘libertad de expresión’ en el salón de plenos del ayuntamiento en la que aseguraba que se ‘jubilaría’ como secretario cuando quisiera y se iría por la puerta grande. No pudo cumplir ninguna de las dos promesas, puesto que pidió su retirada desde la cárcel de Picassent, donde estuvo 6 meses de prisión preventiva junto a Rafael Parra Mateu, también imputado -término sustituido por investigado- en la ‘trama de las asesorías’. Pendientes del macrojuicio que les espera y Sancho con una condena a dos años por sobornar a la ex alcaldesa de La Pobla de Farnals, Natividad García, El Periódico de Aquí ha tenido acceso a cómo fue su vida en Picassent durante aquellos largos 6 meses de prisión preventiva sin fianza: Sancho tocaba la guitarra y cantaba en el coro de la cárcel, mientras que Parra leía en misa pasajes de la biblia. ‘‘Señor ten piedad, soy pecador’’, cantaban en algunas de las mismas dominicales.
Sancho entró en la cárcel de Picassent el jueves 23 de abril de 2015, junto a Rafael Parra, ex interventor del Consorcio de Museos.Lo primero que hicieron, según han relatado fuentes penitenciarias, al entrar en el registro, fue ducharse. A continuación, recibieron una manta, un almohadón, un vaso, una esponja, un bote de gel y un peine de plástico. Pasaron dos días en el departamento de Ingresos, tiempo en el que fueron entrevistados por un asistente social, un psicólogo y un educador. Tras las evaluaciones correspondientes, es el momento de asignar el módulo donde pasar el tiempo de prisión preventiva, en su caso el módulo 26, ‘‘el de mayor respeto, el más ‘light’ y tranquilo’’, explica un testigo de excepción de la vida de Sancho y Parra, quienes compartieron celda.
Ambos entraron con vestimentas muy formales, pero poco a poco se fueron adadptando a la nueva vida entre rejas, pasando a vestir ‘‘ropa muy de ‘sport’. De entrar con pantalón con pinzas y zapatos, al final iban con bermudas’’.
El coro era una de las pocas válvulas de escape que le quedaban a los presos. ‘‘Era un auténtico desastre, pero muchos reclusos se apuntaban para poder juntarse con mujeres, ya que era mixto y de todos los módulos. Los domingos hay dos misas, una a las 10.30, sólo hombres, los módulos 25 y 26 y jóvenes y a las 12, los módulos de mujeres. Sancho cantaba y tocaba la guitarra y Parra leía pasajes bíblicos en la misa de hombres’’, prosigue.
El domingo era una ‘‘fiesta muy alegre’’ por las misas y también porque era el día de visita de los familiares. ‘‘Es de dos tipos, uno através de los cristales -una vez al mes- y el otro vis a vis ‘‘íntimo’’, en una sala con una cama cutre y un baño. Son los propios reclusos los que se encargan de la limpieza y el mantenimiento, por lo que se hace imprescindible tener una buena relación con los que adecentan esa habitación’’.
En un momento dado, coincidieron con Rafael Blasco y César Augusto Tauroni y los cuatro eran conocidos por los demás presos como ‘‘los políticos’’, una clase especial, la ‘casta’ de la prisión.
El tiempo de espera hasta que se les asignaba un destino lo mataron Sancho y Parra paseando por el patio -unos 50 pasos de largo por 30 de ancho-. Además, mientras no tuvieron destino, durante un mes, limpiaban el patio, dos veces por la mañana y dos por la tarde. Pero pronto salieron voluntarios para hacer las misas dominicales más amenas y alegres. Para ello, ‘‘Parra leía pasajes de la Biblia, mientras que Sancho tocaba la guitarra y cantaba en el coro. Este era muchos más vivaracho, más sociable que Parra, más ensimismado y serio. Mientras Sancho era mucho más pretencioso, Parra se dedicaba a escribir’’, rememora.
Pero, ¿cómo es el módulo 26, el de los ‘delincuentes de guante blanco’? Está formado por 56 celdas, con 112 personas en total, dos por celda. Al entrar lo primero que te encuentras es la Office y el comedor, donde se producen las colas para recoger las bandejas de comida. Al salir del comedor hay una pecera donde están los funcionarios y un acceso al patio, junto al cual está el economato. Contiguo al comedor está también el cuarto del cabo y las escaleras para subir a las celdas.
Pero, ¿cómo era la celda que compartían Sancho y Parra? Contaba con dos literas. Sancho dormía abajo y Parra arriba, por aquello del sobrepeso del primero. Para hacer las necesidades fisiológicas, ponían un rollo de papel higiénico en la cerradura, para advertir al resto de presos que el ‘‘baño estaba ocupado’’.
La rutina en el módulo, mientras se resolvía el destino -el trabajo que se realiza a diario mientras se está en la cárcel-, era tediosa. El desayuno, entre las 8 y las 9 de la mañana. Y el resto del tiempo transcurría entre los paseos por el patio y la lectura en la biblioteca. ‘‘Es muy pesado, aburridísimo, los días pasan muy lentos’’, prosigue el testimonio, quien asegura que ‘‘en la cárcel se engorda. Hay muy pocas cosas que hacer y el menú de la comida y cena cuenta con muchas patatas y cerdo’’, valga la redundancia. ‘‘Demasiado hidrato y muy poco ejercicio. Después de la comida se hace la siesta. De 14 a 16.30 horas los presos están encerrados en sus celdas y lo mismo desde las 20.30 a las 8 de la mañana’’. Ante cualquier problema de salud, se puede ir una vez por semana al médico.
La celda es minimalista. Además de las dos literas, hay una silla de plástico y un pequeño aseo. ‘‘No hay móviles, ni internet ni se puede mandar correos electrónicos. El único contacto con el exterior es un cupo semanal de 10 llamadas de 5 minutos cada una’’.
Para lavar la ropa hay en el módulo una lavandería y en el economato se pueden comprar productos de aseo. ‘‘Cuando entras en la cárcel te dan un número de identificación, el NIS, que es para toda la vida y una tarjeta para el economato. Allí puedes comprar una televisión, un ventilador, jabón, café, tabaco...’’, explica.
A los 6 meses salieron, a la espera de que se celebre el macrojuicio de la ‘trama de las asesorías’. ‘‘Es muy mala señal que hayan estado de manera preventiva 6 meses. No se les prorrogó porque el riesgo de fuga es escaso, al tener aquí sus familias, con domicilio conocido y no conocérseles propiedades extranjeras. Es la diferencia, por ejemplo, con Tauroni’’, concluye.
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