Susana Gisbert. /EPDAEstas Navidades he tenido la suerte de vivir una nueva experiencia. Y, como siempre que me pasa algo bueno, quería compartirlo con quienes me leen. Porque no todo han de ser críticas y quejas, aunque a veces las cosas no nos dejen otro remedio.
En estas fiestas, y por primera vez, he sido actriz, aunque sea a pequeña escala. Era la culminación de un taller de teatro que venimos haciendo un grupo de locos y locas -en el mejor sentido de la locura- durante todo el año. Tras horas de aprender y ensayar, de risas y nervios, representamos nuestra pequeña función en el escenario, casero pero cuidado, de nuestra falla Cádiz Denia, en mi querido barrio de Ruzafa.
No era mi primera experiencia en el teatro, aunque desde otro punto de vista. Aunque no es lo que más hago, había escrito teatro, pero jamás me había subido a un escenario para interpretarlo. Por eso, y emulando a la famosilla que se definió a sí misma como “mocatriz” por ser modelo, cantante y actriz, decidí autoproclamarme “autotriz”, apócope de “autora” y “actriz”. Igual cualquier día el término entre en el diccionario de la RAE.
Pero, diccionarios aparte, lo que quería contar era la magnitud de mi experiencia. Era todo un reto salirme de mi zona de confort y meterme en la piel de un personaje encima de las tablas. Aunque esté acostumbrada a hablar en público, nada tiene que ver, lo aseguro. Y esto mismo es lo que sentimos todos y cada uno de los que formamos parte de esta estupenda experiencia. Porque hacer el ejercicio de salirnos de nuestro ser y entrar en el de otra no es fácil, y exponerlo al exterior mucho menos. Pero ahí estábamos.
Este fin de semana fue el broche de oro. No hay teatro sin público y esa era nuestra prueba de fuego, lo que nos faltaba por hacer. Y lo hicimos. Y, a decir de quienes quisieron acompañarnos desde sus butacas -sillas de plástico- en la platea -casal fallero- con buenos resultados. Aunque no hacía falta que nos lo dijeran expresamente. Los aplausos y las risas lo decían todo. Confieso que hicieron que me entrara un no sé que en mi interior que me gustó. Podría decir que me enganchó, y que va a seguir enganchándome. El escenario teatral ha ganado una adicta. Y creo que más.
Y esto no ha sido todo. Otro de mis descubrimientos ha sido la creación y consolidación de vínculos entre nosotros. Otro regalo que me llevo y que pienso conservar.
Podría contar más cosas, pero hoy aquí lo dejo. No sin antes, desde luego, agradecer a los creadores de este taller por embarcarnos en este viaje. Mil gracias por regalarnos el pasaje
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