Viñeta de Vicente García Nebot.Los 22 millones que Bárcenas, ex gerente del PP durante muchos años, tenía en una cuenta en Suiza, y todo lo que han venido publicando El Mundo y El País estos días, ha supuesto un terremoto con epicentro en la calle Génova de Madrid. Náuseas. Asco. Una mierda, con perdón, en definitiva. Pero son ya tantos los casos de corrupción -con o sin presunta-, que los políticos ya son vistos por la sociedad como el segundo problema, tras el paro. Porque los hay de todos los tipos y que afectan a todos los partidos que llegan al poder -recientemente, el PSOE con los EREs de Andalucía, el PP con el Caso Gürtel o el Caso Matas, Unió Democrática de Catalunya, el alcalde catalán comprado por la mafia rusa...-. Son, posiblemente, los casos más conocidos, pero no debemos despistarnos: la corrupción está extendida por todo el sistema.
La corrupción es uno de los problemas más graves que padece España y posiblemente haya sido uno de los factores determinantes para que la crisis en este país sea más dura que en el resto de Europa, pues la burbuja inmobiliaria fue un caldo de cultivo perfecto para que se repartieran ‘sobre-sueldos’. Empresarios corruptos, políticos vendidos. O políticos corruptos, empresarios que pasan por el aro. Y por el oro.
¿Acaso no se han repartido sobres, apartamentos, favores y otras canonjías en Ayuntamientos y Gobiernos autonómicos? ¿Cuántos Iñaki Urdangarín, Díaz Ferran y empresarios del ladrillo y de otros sectores no han jugado al pago de comisiones para hacerse con contratos sin pasar por concursos públicos o pasando por concursos públicos amañados, que hecha la ley, hecha la trampa? ¿Cuántos funcionarios lo son en determinadas administraciones porque los tribunales estaban amañados o cuántos enchufados han entrado en Ayuntamientos, Gobiernos autonómicos y empresas públicas? ¿Esto no es corrupción?
Si los ciudadanos de a pie realmente supieran lo podrido que está el sistema de la administración pública y de los partidos, muchos estarían pidiendo la vuelta de la dictadura. Tantos años luchando y soñando por una democracia en España y resulta que un buen número de chorizos está haciendo tambalearse los cimientos de un sistema que no sabe extirpar un cáncer tan dañino como la corrupción.
Es injusto generalizar, porque la inmensa mayoría de los políticos y funcionarios son honrados. Pero, ¿dónde está la justicia en este país para apartar las manzanas podridas que pueden contagiar al resto? Tan politizada como está, mira muchas veces hacia otro lado cuando hay evidencias de casos de corrupción. Y parece que sólo actúa cuando alguien le da el visto bueno o cuando el olor a mierda es tan insoportable que ya no puede ocultarse la podredumbre. ¿Cuántas Marbellas hay en España? ¿Cuántos casos de secretarios municipales, funcionarios y concejales corruptos se conocen pero no llegan a ser procesados? ¿Qué tiene que suceder para que un tribunal se tome en serio lo que denuncia la prensa o ciudadanos anónimos todos los días? Y, lo más grave, ¿qué hacen los partidos, los sindicatos y muchos ciudadanos que, sabiendo lo que lleva haciéndose mal durante toda la democracia, callan y son cómplices de la compra de voluntades?
Y otra cuestión más respecto a la justicia: ¿cuántos chorizos van a la cárcel y si lo hacen, cuánto tiempo pasan? ¿Devuelven el dinero robado? Desde aquí propongo: el que la haga, que la pague, como dice Cospedal, pero devolviendo hasta el último céntimo de euro y, de lo contrario, que se pudra en la cárcel.
Ahora nos escandalizamos por lo de Bárcenas, pero ¿qué hace la sociedad para frenar en seco el continuo saqueo de las arcas públicas, del dinero de todos los contribuyentes, ciudadanos que ven cómo son desahuciados, cómo engrosan las listas del paro, cómo tienen que exiliarse y cómo se mueren porque la sanidad se va a pique o porque no tienen para comer?
¡Vergüenza de país! Pero tendremos que reaccionar y conseguir una democracia real, participativa, sana y que aniquile la corrupción, o de lo contrario comenzarán a surgir peligrosos salvadores populistas de la patria.
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