El 29 de octubre de 2024 no fue solo una fecha marcada por una alerta roja. Fue, para miles de valencianos, la confirmación de que vivimos con miedo. Miedo a mirar el cielo. Miedo a una notificación en el móvil. Miedo a dejar el coche en la calle. Miedo a que nuestros hijos no puedan volver a casa. Ese miedo no es inevitable: es consecuencia directa de décadas de inacción política. Lo hemos vuelto a padecer con la alerta roja de este lunes, que devuelve el pánico a miles de personas y paraliza la normal actividad en numerosas zonas.
No hablamos de un fenómeno nuevo ni imprevisible. En la Comunitat Valenciana sabemos demasiado bien lo que son las riadas y las gotas frías. Las sufrimos en 1957, en 1982 y, desde entonces, prácticamente todos los años. La diferencia es que hoy tenemos más datos, más tecnología, más recursos y, sin embargo, la misma sensación de abandono. Eso es lo verdaderamente inaceptable.
Cada vez que suena una alerta roja, la escena se repite: coches subidos a aceras o puentes, vecinos sacando vehículos a toda prisa, personas mayores angustiadas, familias pendientes del barranco más cercano. No es una exageración ni alarmismo: es la realidad cotidiana de demasiados pueblos y barrios. Vivir así no es normal. No puede ser el precio de residir en esta tierra.
Las infraestructuras de prevención siguen sin completarse. Obras prometidas que se eternizan, proyectos que pasan de legislatura en legislatura, partidas presupuestarias que se anuncian pero no llegan. Mientras tanto, la ciudadanía asume el riesgo como si fuera una condena natural. No lo es. Es una responsabilidad política.
Desde El Periódico de Aquí exigimos al Gobierno de España -que tiene una gran responsabilidad en el grado de tragedia de la Dana del año pasado por no haber ejecutado proyectos existentes para barrancos como la Saleta, el apoyo o Chiva- que acelere de manera inmediata las obras de prevención contra inundaciones: encauzamientos pendientes, limpieza y adecuación de barrancos, infraestructuras hidráulicas, planes reales de protección civil y coordinación efectiva con ayuntamientos y comunidades autónomas. No mañana. No “cuando sea posible”. Ahora.
No puede ser que en pleno siglo XXI sigamos dependiendo de la suerte cada vez que llueve con intensidad. No puede ser que el recuerdo del 57 o del 82 siga vivo porque las causas estructurales siguen sin resolverse. Y no puede ser que la respuesta institucional se limite a recomendaciones de “eviten desplazamientos” mientras el problema de fondo permanece intacto.
La gente no puede vivir con miedo. Y gobernar es, precisamente, evitarlo. Ya está bien.
Aviso de Es Alert recibido este sábado. /EPDA
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