Salvador Beltrán. //EPDASoy concejal de un pueblo y vivo
en una urbanización grande y poblada. Los vecinos de mi zona tenemos la
sensación clara de un desequilibrio de atención del Ayuntamiento a las
urbanizaciones. No quiero hablar de nuestro caso concreto, prefiero escribir
con carácter general.
Este sentimiento de olvido y
marginación se repite en muchas urbanizaciones, en especial en las próximas a
las grandes ciudades que "centrifugan" su población. En las décadas
pasadas las constructoras edificaron superficies muy importantes en municipios
aledaños (a Valencia por ejemplo), en zonas alejadas de los centros municipales
locales por ser más baratas. De un año para otro nacieron pequeños "pueblos"
sin alma. Pueblos artificiales que no tienen historia, ni cultura de comunidad,
ni sentimiento de pertenencia.
Mini ciudades satélites de la
grande, y a la vez anexas al pueblo que se convierte en su anfitrión. Sus
habitantes son de dos lugares y de ninguno. De la grande que les da trabajo,
ocio, comercios, puede que también familia, y el pueblo anfitrión con el que
sus vínculos deben crearse porque no existen. Todos hablamos y deseamos crear esos
enlaces sociológicos pero es complejo, y sólo el tiempo medido en generaciones
hará (o no) que sea una realidad la sensación de pertenencia a un proyecto
común.
Estas urbanizaciones (mini
pueblos) y su pueblo anfitrión son administrativamente solo uno, pero
sociológicamente dos. El proceso de vinculación cultural y sentimental no se
producirá de forma natural, al menos se debería incentivar en uno u otro
sentido.
He hablado del alma de los
pueblos, de los sentimientos, la cultura, el hermoso y potente sentimiento de
pertenencia - tan importante- pero hay más cosas. También necesitamos lo
material: los servicios, el tejido comercial, el colegio, el dispensario de
salud, el bajo dedicado a la tercera edad, el centro juvenil, el polideportivo,
la piscina, la casa de cultura (aunque sea pequeña), un lugar donde reunirse,
una oficina municipal, etc todo ello con mesura y responsabilidad y en función
del tamaño de la urbanización.
El marco administrativo donde se
mueven urbanizaciones y pueblo es el Ayuntamiento (en general uno sólo, aunque
pueden existir pedanías, o entidades menores). Pero ¿funciona bien esa
relación? No. Nuevamente el crecimiento rápido y desordenado ha marcado su
reciente historia y ha generado desequilibrios.
Mientras que la mera aparición de
una vivienda hace que en ese instante se inicie el pago de impuestos
(plusvalías, permisos, IBI, vehículos), las infraestructuras sociales,
culturales y deportivas no existen. El dinero va a la caja común y de modo
natural se queda en inversiones del pueblo bajo el argumento de que las
dotaciones están centralizadas siempre: "si quiere hacer deporte, coja el
coche y venga al pueblo", lo mismo si es el colegio de los niños, el
centro de salud, etc.
Y esto es razonable hasta cierto
punto y cierto momento, en función de los tamaños de las dos partes. Por
ejemplo si solo hay un colegio es razonable que esté en el anfitrión. ¿Y si hay
dos?. Pero seguro que el tercero a construir ya debe ir a la urbanización. O
por ejemplo si todas las infraestructuras culturales están en el anfitrión, una
nueva a crear (la que sea) debería descentralizarse. Obviamente cada caso es un
mundo.
Es difícil, sin duda, acertar. Hace
falta mesura y proporción, pero también sentido de la equidad distributiva. La
discriminación real, natural e histórica se gestó casi sin voluntad de nadie, en
un marco de dependencia porque unos son los vecinos con raíces, los de verdad y
los otros son los recién llegados, los de fuera ("els forasters"). Y
eso debe cambiar.
Los impuestos no pueden ser
absorbidos por un "agujero negro" que es el Ayuntamiento y que se
lleva todo (o casi) al centro y que no reparte equitativamente a las
urbanizaciones.
Solo el empadronamiento
progresivo de la población (siempre lento en años) hace que los vecinos de las
urbanizaciones cambien con sus votos y bajo presión ese espíritu centralista.
Las urbanizaciones necesitan
servicios y dotaciones culturales, sanitarias y educativas y administrativas.
Si esto se hace verdad, los vínculos del alma crecerán y los recelos tan
humanos desaparecerán. No es generosidad, es equidad.
Comparte la noticia
Categorías de la noticia