Trini Castelló Estamos tan ocupados en obtener todas las necesidades creadas por el consumo que se nos olvida que en nuestro entorno hay personas que necesitan de nuestro compromiso. El pasado día 10 se celebró el Día Internacional de los Derechos Humanos, derechos básicos que tenemos todas las personas por el hecho de serlo, sin embargo queda mucho camino por recorrer para alcanzar en plenitud esos derechos. De tanto usar y escuchar términos como igualdad, libertad y dignidad quedan vacías de contenido, y sin embargo son los verdaderos pilares de un mundo más justo.
Una cosa es saber que todos somos iguales, otra sentir que ningún ser es superior a otro y que no cabe discriminación alguna. La realidad choca contra la legalidad cuando millones de personas siguen huyendo de su hogar por su religión, por su etnia o por su sexo. La mitad de los refugiados o desplazados que hay en el mundo son mujeres y niñas, y muchas de ellas son víctimas de discriminación o de violencia sexual por ser mujeres. Sólo en México, entre 10 y 11 mujeres son asesinadas cada 24 horas por razones de género y el 66% ha sufrido algún tipo de vejación.
El derecho a la dignidad presupone que hemos de ser valorados como sujetos individuales y sociales, que somos libres para elegir una profesión, expresar nuestras ideas y respetar a los demás. ¿De verdad siempre aplicamos esa máxima?, ¿nos comportamos dignamente y respetamos la dignidad del resto?. Perdonen si ofendo a alguien, pero sinceramente creo que nos queda mucho camino por recorrer. Los tratos humillantes, la discriminación o la desigualdad por desgracia conviven con nosotros.
En tiempos de crisis, como en esta pandemia, se agrava la violación de estos derechos, se incrementa la violencia, se agrandan las desigualdades, se retrocede en libertades fundamentales y se extiende la esclavitud, si la esclavitud, porque la trata de personas es la esclavitud moderna.
Y ante este panorama, ¿qué hacer?, pues como dice la periodista leonesa Emilia Arias “el mundo se puede cambiar de muchas maneras y cada persona puede hallar su modo de cambiar las cosas desde las elecciones más pequeñas del día a día”.
Las circunstancias personales marcan sin duda el quehacer de las personas pero si hay algo inadmisible en mi opinión es la elección de la rentabilidad – sea esta del carácter que sea - por encima de los derechos humanos y el medio ambiente. Mirar hacia otro lado, es cobardía.
Y ejemplos tenemos a diario, como consumidores no sólo elegimos un producto, también lo que hay detrás, derechos, condiciones laborales, huella ecológica... Millones de adultos y niños sufren abuso y explotación en el trabajo ya sea en el proceso de obtención de materias primas, en granjas o fabricando productos para el mercado global. ¡Cuantas injusticias cometemos en nombre del “mercado”!.
Algunos países han avanzado en su legislación, pero necesitamos la adopción de una regulación sólida en la cadena de suministro, necesitamos garantías más rigurosas de derechos humanos para millones de trabajadores.
Y si hablamos de la desigualdad que todavía hoy sufren muchas mujeres los malditos ejemplos se cuentan a miles. Millones de mujeres en algunos países sufren el machismo desde que nacen, pasan del padre al marido, no se les permite estudiar, son repudiadas si son viudas... La acción y determinación de gobiernos a través de los fondos de la cooperación internacional y el trabajo de tantos agentes de cooperación logran poco a poco romper ciertas cadenas y cada día más mujeres han conquistado su libertad a través del apoyo de otras mujeres y de la consecución de un trabajo en condiciones justas que les permite una independencia económica que cambia sus vidas. Hemos de copiar de ellas el sentido de comunidad, de barrio y de vencidad, porque la capacidad colectiva es mucho más potente que la individual.
Cuando cerca del 56 % de la población mundial vive con entre 2 y 10 dólares al día, solo el 1 % de la juventud refugiada llega a la universidad y únicamente el 23 % a la educación secundaria, algún grupo parlamentario cuestiona las subvenciones que desde la Generalitat Valenciana se conceden a Organizaciones que desarrollan proyectos y acciones que ayudan a salvaguardar la dignidad, que protegen los DDHH (parece increíble pero es cierto).
La consecución plena de derechos para todas las personas depende mucho de las actitudes de cada uno de nosotros que cuenta mucho más de lo que podemos intuir. Hemos de tener una actitud activa frente a las injusticias y las desigualdades, no somos inmunes a estas situaciones, ni hemos de ser indiferentes ni cobardes y mirar hacia otro lado. Por eso les pido, que no se dejen engañar con los discursos populistas y facilones que propugnan la supremacía de nacionalidades en un falso patriotismo que aboga más por eliminar al diferente que por defender lo propio.
Y piensen que los avances en todos los campos requieren siempre un largo trabajo, que su consecución es lenta y laboriosa, pero su pérdida es sencilla y rápida. ¿Alguien desea para sí situaciones como las descritas? Estoy segura que nadie. Pues pongámonos en la piel de los que sufren y actuemos como si fueran nuestra familia o amigos.
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