Portada de uno de los discos de Camilo Sesto Miles de españoles adolescentes de
hace más de cuarenta años le tachamos de hortera. Hoy le lloramos.
El paso del tiempo suele poner a las canciones y a los intérpretes
en su sitio, en el lugar que finalmente ocuparán en la historia de
la música, que es la historia de nuestras vidas.
Puede que Camilo Sesto no cupiera en
las tiendas de campaña de los hippies de Woodstock. Pero en el
festival musical iberoamericano de la OTI (que le pregunten a Carlos
Herrera, que retransmitió alguno con cantos a los cóndores y
resultado de queja diplomática) no había mayor estrella.
Quizá el Ed Sullivan que presentó a
los Beatles en los Estados Unidos no supiera de la existencia del
solista español. Peor para él. Entrevistarle era un espectáculo,
con un trozo de canción a capella en cada respuesta. Pero Camilo
salía a menudo en 300 Millones (programa panamericano de TVE). Y
arrasaba. Camilo Sesto era un potosí. Descubrió para España el
disco de platino. Y pesaba cien millones de discos normales.
Cada hispano -o estamos descubriendo
hoy- tiene pegado a sus neuronas un puñado de canciones de este
artista alcoyano y valenciano que presumía de ser ambas cosas. Por
si les anima a hacer memoria, aquí les dejo una muestras.
'Vivir así es morir de amor' es la
cumbre del karaoke, la canción que todo el mundo ha cantado en una
fiesta cuando el pinchadiscos ha querido venirse arriba. El entonces
alcalde socialista alicantino Ángel Luna se tiró una vez las manos
a la cabeza cuando en una de esas noches de confraternización entre
políticos y periodistas me arranqué con algo del alcoyano en un
pub. “Demasiado alto”, observó Luna.
'Jamás' (¿o 'El amor de mi vida'?)
era la canción que casi todos los días de una temporada en la que
yo estudiaba ponían (a petición de los oyentes) en el programa
despertador de Radio Alicante. Ese curso jamás conseguí levantarme
a las ocho .
'Fresa salvaje' creo que es la primera
que le escuché. 'Mola mazo', la última que le recuerdo haber
estrenado. Ximo Rovira podría escribir algo de cuando fue a cantar
ésta última a Tómbola y Lydia Lozano la bailó con algo de
rechufla.
'Melina' la escuché decenas de veces
en el jukebox del restaurante en el que trabajaba mi padre mientras
esperaba a que acabara su jornada para volvernos juntos a casa.
Camilo se le dedicó a la actriz Melina Merkoúri -que llegó a
ministra socialista- con ocasión de su regreso a Grecia tras la
caída de la dictadura.
Ese mismo año, Sesto (mejor Camilo)
estrenó el Superstar en Madrid. Con Franco vivo, no mucho, pero
vivo. La representación teatral sobrevivió al dictador. Camilo se
jugó la pasta, y todo el elenco cantó con micros con cable. Hubo
que emplear a gente para que los fuera desenrollando durante el
espectáculo.
Mientras tanto nosotros nos fuimos de
viaje escolar. En la escala de Zaragoza se decidió que empleáramos
la tarde en ir al cine. La muchachada -con supervisión de los
'curas'- se dividió entre quienes fueron a ver el 'Jesucristo' con
Ted Neeley (que casualmente volvió a cantarlo, en un teatro de
Madrid, el pasado mes de mayo), y los que optaron por 'El coloso en
llamas', con cameo de Fred Astaire y BSO de John Williams, aunque los
'protas' eran Steve McQueen y Paul Newman.
Al año siguiente nuestro COU
interpretó una obrita de teatro con un Jesucristo propio que se
llamaba José Antonio Mayor. Era en Maristas. Camilo había estudiado
en Salesianos.
Mucho después, y durante algunos años,
varios medios de comunicación anunciaron la muerte de Camilo. A los
ojos de la postverdad hoy podrían argüir que dieron la primicia.
Aunque tampoco, porque visto el Telediario de La 1 del mediodía de
este domingo, con su apertura y veinte minutos de información sobre
el hijo predilecto de Alcoy y nombre y apellido de su Alameda, vamos
a convenir que Camilo, ese chico que hablaba grave y cantaba agudo,
ahora sí que ya no se va a morir nunca.
Así que déjenme que me vaya ya al
karaoke esta tarde a cantarle 'Perdóname'. Por no haberme despertado
nunca con su música más lánguida; por no haberle comprado nunca un
disco; por no haberle visto nunca en vivo (salvo en la tele); y por
haber pensado alguna vez que era un hortera. Con el tiempo, ése que
pone a cada canción y a cada artista en su sitio, muchos hemos
descubierto que era 'Algo más': era 'Algo de mí'.
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