Carrossa fue mucho más que una dama de compañía. A la derecha, el castillo de Corbera./EPDAEn la maraña de historias olvidadas que esconde la provincia de Valencia, pocas son tan intrigantes como la de Carrossa de Vilaragut, una noble del siglo XIV que, entre intrigas palaciegas, leyendas y silencios, ha terminado convertida en una figura espectral de nuestra historia.
Perteneciente a una poderosa familia de la nobleza valenciana, Carrossa fue mucho más que una dama de compañía. Huérfana desde la infancia, fue criada por su abuela, la condesa de Terranova, en un entorno marcado por la discreción.
Su influencia en la corte del rey Juan I de Aragón fue tan notoria como discreta. La documentación oficial apenas la menciona, pero su nombre resuena en los márgenes de los pergaminos y en los ecos de los monasterios. ¿Quién fue realmente? ¿Consejera silenciosa, hechicera de salón o simple chivo expiatorio de un juego de poder que no la perdonó?
Dicen que sabía más de lo que debía. Que escuchaba lo que no se decía. Que incluso aconsejaba a reyes sin pronunciar una sola orden. Cuando la reina Violante enfermó, Carrossa cayó en desgracia. Fue enviada al castillo de Corbera, un retiro forzado que algunos interpretan como castigo encubierto. Otros creen que allí se refugió voluntariamente para custodiar secretos que nunca debían salir a la luz.
Desde entonces, el castillo, hoy en ruinas, se ha rodeado de un aura inquietante. Vecinos de Corbera afirman que por las noches se oye una voz femenina rezando en latín, o el eco suave de pasos sobre piedra. Hay quienes aseguran haber visto una figura vestida con hábito oscuro entre las ruinas, que desaparece sin dejar rastro. ¿Es Carrossa? ¿O es la leyenda que se niega a morir?
Lo más inquietante no es lo que se cuenta, sino lo que no se cuenta. No hay retratos, ni cartas, ni tumbas identificadas. Solo un nombre que resurge en manuscritos polvorientos y visitas guiadas que apenas la mencionan. Es como si la historia hubiese querido borrar sus huellas, pero no su presencia. Algunos historiadores y cronistas especulan que pudo haber sido deliberadamente silenciada por razones políticas o personales.
Hoy, Carrossa de Vilaragut no tiene estatuas ni placas conmemorativas. Pero su sombra camina aún entre los muros quebrados del castillo de Corbera, desafiando al olvido.
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