María Clavel con un compañero de Spanair. FOTO EPDA No sé cómo expresar lo que siento -lo que sentimos- los empleados de Spanair.
El día 27 fui a la oficina
a las 16 horas para
hacer un “pont aeri” y en la escala en Barcelona nos enteramos de que la
compañía ¡¡cerraba!!… Desde entonces estoy en estado de shock. No entiendo
qué hago en mi casa con el uniforme colgado cuando debería estar subida
a un avión haciendo mi trabajo, ese trabajo que me han robado sin
piedad alguna…
Me importan poco las subvenciones, los catalanes,
Ryanair y Ferran Soriano… Sólo me importan mis compañeros, mis
queridos compañeros, profesionales como la copa de un pino, capaces de
ir a trabajar horas después de que se mataran ocho compañeros y ciento y
pico pasajeros. Nadie sabe el dolor que todos los profesionales de
Spanair sentimos aquel día asqueroso
20 de agosto… Nadie
se puede imaginar el esfuerzo con el que hemos intentado salir
adelante, luchar por nuestra Spanair, no la de Tots, la nuestra… y nos
han robado nuestra vida. La codicia, el interés, la avaricia han
acabado con nosotros. Y ahora, ¿quién nos devuelve nuestra vida?
Ahora toca
meter todas mis cosas en cajas y volver a casa de mis padres en Puerto de Sagunto (Valencia)… ¡y soy una
afortunada! Tengo una casa a la que volver, no tengo hipoteca, ni niños
a los que dar de comer. Pero tengo compañeros que sí los tienen y su
dolor es mi dolor, su preocupación es mi preocupación, porque en
Spanair somos así, ¡¡¡los mejores profesionales y compañeros que hay en
este maldito mundo de la aviación!!!
Mientras guarde todas mis cosas en las cajas de la mudanza pensaré en mi Spanair, nuestra Spanair, no la de Todos, la nuestra...
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