Piernas de la paciente.
Almohada rota.
Deficiencias en la habitación. Tengo 77 años y llevo
ingresada desde el miércoles de la semana pasada por una operación de cáncer de
endometrio. Una operación que llega 3 meses después de que me detectasen esta
enfermedad y me pasase dicho período de tiempo perdiendo sangre a diario, sin
que me llamasen del hospital por la falta de quirófanos y personal disponibles
durante todo septiembre. A pesar de haber sido clasificada como una
intervención de prioridad 1 desde el mes de junio, tuve que esperar a que
hubiese una baja quirúrgica para que, finalmente, el jueves pasado me
sometiesen a una operación de 8 o 9 horas que pudo haber sido muchísimo más
sencilla si se hubiera realizado cuando correspondía.
Como comprenderá, la pérdida
de sangre durante todo el verano y con motivo de la operación ha sido masiva,
especialmente para una persona de mi edad. Lo bien cierto es que el personal
sanitario está haciendo un trabajo de primera calidad, suministrándome los
medicamentos que necesito (albúmina y hierro, concretamente) sin hacer _ de
ningún tipo. Pero este excelente servicio choca directamente con el deplorable
estado en el que se encuentran las salas de ingreso en las que nos confinan a
los pacientes durante días tras ser sometidos a intervenciones tan duras y que
dejan cicatrices y heridas tan lesivas.
Debo decirle que quedó muy
bien su foto cuando vino a inaugurar la remodelación del ala de maternidad del
Hospital Clínico de Valencia. Camas nuevas, baños más amplios y todas las
comodidades posibles para las parturientas que, a no ser que hayan tenido que someterse
a una cesárea para dar a luz, ya son capaces de moverse libremente en pocas
horas. Pero tal vez debería haberse pasado usted por el otro lado del pasillo, donde
las habitaciones están destinadas a pacientes de operaciones similares a la mía.
Habitaciones que, lejos de ser individuales, son dobles y no cuentan con los amplios
armarios y servicios que tienen las otras. Y ni hablar de sofás para los
familiares que se quedan con los enfermos. Las camas, demasiado altas para
poder bajar por tu propio pie sin sentir un tremendo dolor en la cicatriz
derivada de la operación. Tanto es así que tuvo que traerme mi propia nieta su
plataforma para hacer gimnasia a modo de escalón para poder bajar sin sufrir.
La paupérrima almohada que tenemos está rellena de espuma troceada. ¿Se puede
imaginar lo que es dormir convaleciente sobre algo así? Otro elemento que he
tenido que traerme de casa para poder pasar la noche decentemente, porque no es
que el “colchón” de una simple plancha de espuma cubierta por una funda de
plástico desgastada por el paso del tiempo ayude mucho a que la estancia sea
muy cómoda.
Además, la limpieza deja mucho
que desear. Un par de mochazos por el suelo dejando islotes de pelusa por el
mismo y una pasada de trapo por la pila del baño. Ni desinfectante en el
inodoro, ni limpieza en la ducha, ni nada. Algo que recuerda más a otro siglo
que a una sanidad decente del siglo XXI, poco higiénico y un auténtico peligro
en lo que se refiere a la propagación de infecciones y otras patologías. Que
parece que se nos olvida que esto es un hospital, no un bar de carretera.
En definitiva, señora
Consellera, creo que la realidad que estamos viviendo personal y pacientes en
los hospitales valencianos no es desconocida para usted. Me consta que se han
enviado ya varias cartas y escritos como este a la prensa, también de los
trabajadores del hospital. Pero, en el hipotético caso de que usted no
estuviese enterada, no se preocupe: le invito a pasar un par de días en mi
habitación, si gusta y realmente le preocupa la sanidad de todos los
valencianos. Tráigase un pequeño sayo con sus enseres personales y vea de
primera mano lo que es estar ingresada en un hospital con unas condiciones tan
malas y con un servicio tan bueno. Igual así se conciencia más y permite que
haya unas instalaciones a la altura del excelente personal sanitario que
tenemos en Valencia y en toda España.
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