Susana Gisbert. /EPDA
Todos los años pasa, y todos los años nos sorprende en mayor o menor medida. La Real Academia de la Lengua tiene a bien introducir en su diccionario algunas palabras que, supuestamente, se han ganado el puesto por el uso e incluso por el abuso de ellas. Palabras, claro está, que antes no se incluían porque no eran admitidas como correctas. Cuestión distinta es esa otra estadística de “la palabra del año”, de la que ya hablaré en otro momento.
La cosa es que este año, entre otras, la RAE ha dado carta blanca a la palabra –si es que puede llamarse así- “chundachunda”. Así, todo junto, y todo feo, a mi modesto entender. Además de esta, ha concedido el placet a otras como “no binario” -¿no son dos palabras’-, “sinhogarismo”, “machirulo”, “perreo” “alien”, “regañá” y “oscarizar”. Confieso que algunas de ellas creía que ya estaban hace tiempo, y otras me sorprenden, por no decir otra cosa. Auque lo de dar carta de naturaleza lingüística a algunos vocablos muy utilizados y expresivos siempre está bien. La lengua no puede ser estática, sino dinámica, o estaríamos todavía llamándonos unos a otros “vuesas mercedes”. Y además, la RAE no serviría para nada.
Pero de ahí al “chundachunda” hay un mundo, para mí, al menos. Supongo que para los señores –y señoras, pero muchas menos- de la Academia de la Lengua esta expresión será lo suficientemente importante para hacerle un hueco en el diccionario, pero a mí me parece lo mismo que “tachintachin”, ”pimpanpimpan”, “chacachaca” o cualquier otra a onomatopeya pseudo musical. Igual es que yo soy rara y hay un universo paralelo donde todo el mundo anda chundachundeando sin que yo lo sepa.
En cualquier caso, imagino que no es fácil decidir a qué expresiones se abre la puerta y cuales quedan durmiendo a la luna de Valencia. Con el correr del tiempo, nos damos cuenta que algunas que en su día se admitieron nunca tendrán respaldo popular, como ese “güiski” que tanto cuesta de escribir, o como un “bluyín” que nadie usa teniendo a mano nuestra expresión “pantalón vaquero”, mucho más común. Y todavía nos sorprendemos con otras que sí están admitidas, aunque nos sigan sonando fatal, como “almóndiga” o “descambiar”. Aunque lo mejor a este respecto, son las leyendas urbanas: “cocreta” nunca se ha admitido, que yo sepa, pero siempre aparece alguien que está seguro de lo contrario, porque alguien que conoce lo ha visto. La niña de la curva versión RAE, más o menos.
Yo insisto en que lo de “chundachunda” no me convence. Pero igual soy yo la equivocada. El tiempo lo dirá.
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