Susana Gisbert.Hace un par
de semanas lei algo que no quería pasar por alto. Pero entre la gota
fría, el Supremo y las hipotecas y otras urgencias de la actualidad
pasó como siempre. Los temas de igualdad se nos quedaron en el
tintero, esperando mejor oportunidad. Las malditas prioridades que
solo nos tocan cuando asesinan a una mujer y, aun a veces, ni eso.
Puede
parecer un detalle nimio, pero es más importante de lo que parece.
Decidan si no.
Resulta que
un periodista deportivo se despachó con unas declaraciones que a mí
me dejaron de pasta de boniato. Explicaba que las mujeres de los
futbolistas debían levantarse por la noche si sus bebés daban la
lata para que el balompédico papá rindiera con el balón al día
siguiente. Que las ojeras no hacen juego con la camiseta de ningún
equipo, vaya. Y se quedaba tan fresco.
Cualquiera
que haya tenido críos sabrá de qué estamos hablando. Hay criaturas
especialmente renuentes a dormir porque sí, y hay ocasiones en que
la dentición, un constipado, los cólicos, los terrores nocturnos o
cualquier otra cosa convierten la noche en una peregrinación
constante que acaba por romper los nervios. Pero, señor locutor, las
mujeres de los futbolistas también tienen nervios que se rompen,
trabajos que hacer al día siguiente y derecho a descansar. Y
pretender que rendir ante un balón es tan importante que merece su
sacrificio en exclusiva mientras el deportista duerme a pierna suelta
es pasarse cuatro pueblos. O más.
Pero como
quiera que una es optimista por naturaleza, pensé que igual era cosa
del locutor, que se había venido arriba, y no respondìa a un sentir
generalizado. De nuevo mi gozo en un pozo. Apenas habían pasado unos
días un deportista de élite, en este caso de los que reman mar
adentro, confirmaba el sentir del periodista de marras como algo
asumido. Decía, ante unas edulcoradas fotos de suu mujer
embarazadísima, que ella lo cuidaría por las noches para que él
pudiera rendir en los entrenamientos. Y también él se quedó tan
fresco.
Podría
decirse que es un acuerdo entre ellos, que han pactado hacerlo así y
que ambos están conformes. Y allá ellos si así lo deciden. Pero no
se trata solo de meternos en su reparto de las tareas domésticas, o
la falta de él. Hay mucho más. Los deportistas -y empleo el
masculino como no genérico- son el espejo en el que se mira mucha de
nuestra juventud, sus referentes. Encarnan -o debieran hacerlo- unos
valores que imitarán miles de niños y niñas. Y esos valores no son
solo la vida sana, el compañerismo, la disciplina, el trabajo en
equipo y demás, que están muy bien. Deberían ir más allá, y no
presentar como normal algo que no debiera ser admisible: un modelo de
vida donde las mujeres se encargan de los hijos e hijas para que
ellos puedan realizar su tarea, siempre más importante. Porque
cualquier joven que vea eso, pensará que es lo normal. Y no debiera
serlo.
Así que, la
próxima vez que vayan a decir algo así, piénsenselo dos veces. La
corresponsabilidad es muy importante para ser cada vez más iguales.
Y contribuye a hacer un mundo mejor mucho más que cualquier medalla.
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