Carmina Llopis. / EPDA Uno
de los cambios más radicales provocados por el COVID-19, es la necesidad del sistema
educativo de adaptarse, en cuestión de semanas, a una situación que en la debe minimizar
los posibles contagios. En la gran mayoría de los casos esto implica empezar a
realizar clases online pero, ¿realmente son eficaces?
Este
tipo herramienta en Educación cabe señalar como inconveniente la barrera que
supone a la hora de socializar, sobretodo en el caso de los más jóvenes de la
casa, ya que el “juego” es su manera de interactuar con el entorno y con los
demás. En el caso de los adolescentes la posibilidad de interactuar en grupos
de amigos de manera habitual es importante para el desarrollo de su identidad y
el hecho de no salir de casa supone asumir limitaciones en este aspecto.
Tampoco cabe olvidar que la hora del patio y los descansos entre asignaturas
son tan parte del proceso educativo como las sesiones lectivas.
La
propia casa puede ser un contexto con distractores al alcance de la mano. Estar
a la vista del profesor disuade a los alumnos de evadirse totalmente y navegar
por las páginas de sus redes sociales desde el móvil, por ejemplo. En las
sesiones online, es más difícil auto-obligarse a prestar atención, dado que
cada alumno puede hacer prácticamente lo que quiera mientras el docente imparte
la clase.
Las
clases online pueden desmotivar a los alumnos al no poder participar como
antes. Si que es cierto que el cambio de modalidad puede “desubicar” a algunos
alumnos y hacer que no se sientan tan participes de lo que ocurre y lo que se
dice durante las clases produciéndose una desconexión emocional. Como
consecuencia de esto, algunas personas pueden desprender dinámicas de
aprendizaje que habían adoptado y que les resultaban beneficiosas.
Como
ventajas de las clases online, puedo decir que aportan seguridad ante el
contagio de virus, y esto es muy positivo ya que cada vez hay más niños con cuadros
de ansiedad por miedo al contagio.
También
abre la educación a un entorno flexible y enriquecido audiovisualmente ya que las clases online
rompen con la idea de las lecciones basadas en hablar frente a una pizarra. Predispone
a “aprender a aprender” ya que el entorno
de Internet provoca que al acostumbrarse a navegar por él se recuerdan “atajos”
para llegar a contenidos relevantes a la hora de repasar en las sesiones de
estudio. Todo esto potencia el aprendizaje incluso más allá́ de las
expectativas fijadas inicialmente, fomentando una actitud autodidacta. Es la
mejor manera para los alumnos de darse cuenta de que aprender no consiste tan
solo en repasar los apuntes y revisar el libro de texto.
¿Dada
la pandemia cual es la mejor opción? ¡Juzguen ustedes mismos!
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