Las vacaciones de verano ayudan a recuperar la energía, liberar
el estrés, mejorar la salud y el bienestar; y optimizar las relaciones
personales. Sin embargo, no son infinitas. La vuelta al trabajo puede
desembocar en el llamado ‘síndrome o depresión postvacacional’ si no
conseguimos adaptarnos a la vida cotidiana.
La situación personal y el entorno de trabajo son los
factores más decisivos a la hora de sufrir estos síntomas. “Aquellas personas
con menor resistencia a la frustración, que conciben su entorno laboral como
algo desagradable o que no les motiva su trabajo, son más propensas a
sufrirlo”, afirma Vicente Gil, Director Médico de Cigna.
“La vuelta a la rutina requiere de un proceso adaptativo que
todo trabajador ha de superar. De no ser así, pueden surgir verdaderos cuadros
de estrés agudo con las respectivas manifestaciones emocionales y físicas que
lo caracterizan”, según este experto. Además, Gil también destaca la necesidad
de que las empresas ofrezcan apoyo a los trabajadores en estos casos. De hecho,
según explica, “cada vez más entidades se preocupan por el estado en el que
vuelven sus trabajadores después de este periodo de descanso y hacen uso de
este tipo de apoyo organizando actividades empresariales, intentando mantener
en alza la motivación y productividad de los trabajadores o prestando ayuda
profesional”.
¿Podemos evitar el “síndrome postvacacional”?
Existen diversas medidas a seguir, tanto durante el primer
día de incorporación, como antes y durante las vacaciones, para prevenir o
combatir el síndrome postvacacional:
-No cargarse de trabajo el primer día. Hay que tomarse
tiempo para ponerse al día de lo que se dejó pendiente antes de las vacaciones
y de lo ocurrido mientras se estaba fuera. Es recomendable marcarse objetivos y
una línea de trabajo para la primera semana de incorporación.
-Planificar actividades de ocio. Retomar el contacto con los
amigos y familiares a los que no se ha visto durante la época de descanso puede
ayudar en la adaptación. También organizar actividades de ocio y no dedicarse exclusivamente
al trabajo. Hay que pensar que el calendario laboral está plagado de festivos,
fines de semana e incluso días libres.
-Mejorar aquello que no nos guste en el trabajo. La
reincorporación puede servir como un punto de inflexión para establecer una
serie de “propósitos” que ayuden a mejorar aquello que no sea de nuestro agrado
(jefe despótico, compañeros con los que no hay buena relación, actividades
monótonas….). Si es este el caso, se puede intentar establecer flujos de
comunicación fluidos con el resto de la plantilla, hacer que nuestro punto de
vista sea escuchado o estrechar lazos con el resto de compañeros.
-Buena alimentación y practicar deporte. Son dos aspectos
imprescindibles a la hora de volver al trabajo en septiembre. Se debe moderar,
sobre todo, el consumo de alcohol y cafeína, ya que pueden agravar los síntomas
de apatía, depresión y estrés. El deporte, por su parte, hace que se liberen
endorfinas, lo que provoca que el estado de ánimo mejore y la inapetencia se
reduzca.
-Dejar los deberes hechos antes de nuestra marcha. No sólo
para contribuir a una vuelta más efectiva, también para evitar molestias
durante nuestra ausencia. A este respecto, debemos intentar no marcar citas importantes
justo después de la vuelta y procurar dejarlo casi todo cerrado.
-No cogerse periodos vacacionales muy largos. Es preferible
dividirlos a lo largo del verano para que la vuelta sea menos abrupta y
planificar las vacaciones teniendo en cuenta el flujo de trabajo de la oficina
y los días libres de los clientes para no encontrarnos sorpresas a la vuelta.
-Disfrutar al máximo las vacaciones. Viene bien tenerlo todo
bien planeado, pero también es conveniente realizar actividades no programadas.
Aprovechar el tiempo de descanso es imprescindible para evitar la frustración
de haber desperdiciado los días libres, y para desconectar lo suficiente y
volver con las ‘pilas cargadas’.
-Planificar el regreso con tiempo. No se debe cometer el
error de volver de vacaciones el día de antes. Es recomendable incorporarse al
trabajo, al menos, un par de días después de regresar de viaje para que dé
tiempo a retomar rutinas: poner en orden el hogar, recuperar horario y horas de
sueño habituales, recapitular lo que hemos dejado pendiente revisando nuestra
agenda…
-Tomarse la vuelta con filosofía. Concebir el retorno a la
rutina laboral como algo negativo, sacrificado u obligado es el primer error.
Es necesario ver el trabajo como algo positivo y saber que nos podemos ir de
vacaciones gracias a que tenemos un trabajo. La respuesta está en tomarse el
primer día como una jornada laboral más, tener en cuenta que ocupa únicamente
una tercera parte del día y ser conscientes de que tenemos tiempo para todo:
ocio, trabajo y descanso.
No obstante, el ‘síndrome o depresión postvacacional’ es
pasajero. En cuanto estemos situados en la rutina, los síntomas desaparecerán.
No hay que desesperarse y si se siguen los consejos mencionados su superación
será mucho más fácil. Si los síntomas de depresión o estrés se perpetúan más
allá de unos quince días es recomendable consultar con un médico, puesto que
podría aparecer un verdadero síndrome de ansiedad generalizada o estrés crónico
que requeriría un tratamiento más específico.
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