Ignacio Palafox y Alejandro Pascual. EFE/MORELL Contar en las empresas con desfibriladores y trabajadores formados en
reanimación cardiopulmonar (RCP) salvaría más vidas que un médico puesto
que la aplicación de esas técnicas en los primeros cinco minutos
multiplica exponencialmente las posibilidades de sobrevivir a un infarto
en el trabajo.
Así se ha puesto de manifiesto durante los
Diálogos Efe Salud "Salud cardiovascular y entorno laboral" en el que
varios especialistas han analizado la relación entre las enfermedades
cardiovasculares y el trabajo, donde el 45% de las muertes que se
registran son causadas por este tipo de patologías.
El jefe de
Cardiología de Quirónsalud Alicante, Luis González, ha explicado que
ante una parada cardíaca provocada por un infarto en un entorno laboral
"lo que más puede ayudar es un compañero bien formado", puesto que una
RCP puede salvarle la vida más que un médico, que tarda en llegar 20 o
30 minutos.
En su opinión, todo el mundo debería saber realizar
esta maniobra, mientras que el también especialista en cardiología de
Quirónsalud Alicante Alejandro Pascual ha añadido que "debería ser
obligatorio" ya que cuanto menos tiempo se tarde en abrir esa arteria o
en llegar al hospital menos daño cerebral habrá.
Ha indicado
además que en esa RCP el compañero suple el bombeo cardíaco, pero "hay
que saber hacerlo y estar físicamente preparado".
Incluso en el hospital "nos tenemos que turnar, tiene que haber una cadena de ayuda y todo el mundo debe saber hacerlo".
Por
su parte, el vicepresidente de la Sociedad Valenciana de Medicina y
seguridad en el trabajo, Ignacio Palafox Gamir, ha indicado que, ante un
episodio de este tipo, lo primero que tiene que hacer el compañero del
trabajador infartado es avisar al 112 y a continuación comenzar el
masaje cardíaco si el trabajador está inconsciente sin pulso.
Palafox
ha incidido también en la necesidad de repetir este tipo de cursos de
formación cada dos años, mientras que el coordinador médico de
Quirónprevención Alicante, Ramón Portolés, ha señalado que la mayoría de
empresas de cierta entidad ofrecen esta formación a sus empleados.
Todos
los participantes coincidieron además en que, además de las vidas que
se pierden, hay que tener en cuenta el coste para la administración
pública por el tiempo de baja, lo que cuesta a la empresa privada cada
trabajador que no acude o el problema psicológico que se produce.
A
su juicio, todas estas cuestiones son un sumatorio de días perdidos y
de dinero gastado que debería incitar a las empresas a propiciar esta
formación entre sus trabajadores, al tiempo que también debería
incluirse de alguna manera en la enseñanza obligatoria.
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