Carlos López Corezuelo. La
coalición electoral entre Compromís y Podemos se ha convertido en el
cubo de Rubik de la política valenciana. Todas las caras que Lakoff
atribuye a la izquierda se dan cita en este laboratorio de ideas en que
se ha convertido la política valenciana.
Los
valencianos han pasado de convivir con la "puesta en el mapa" de la
política más conservadora y retrógrada a nivel estatal a tener que
dirimir con unos de los fenómenos más complejos desde el punto de vista
ideológico. La política valenciana nunca ha sido fácil aunque haya sido
simplificada. Especialmente el vector de la izquierda ha presentado
características peculiares que han complicado más los cálculos y
facilitado, de paso, el resultado de la derecha.
Compromís
es una cooperativa politica -concepto ya de por sí novedoso y complejo-
que incuba varios colectivos que aún hoy quieren permanecer separados
aunque no distantes. El Bloc Nacionalista Valencià que es el resultado
de una coalición de partidos nacionalistas surgida a principios de los
noventa. Iniciativa del Poble Valencià que es una escisión de Esquerra
Unida del País Valencià y Gent de Compromís que son el colectivo que
acudió motivado por la sinergia de la cooperativa política.
¿Quién es Compromís?
La
pregunta más frecuente que se hacen hoy en día quienes descubren el
movimiento es ¿qué es Compromís? Esa pregunta es sencilla de contestar
aunque no simple. Es una coalición entre la izquierda de orientación
ambiental y de justicia social y el nacionalismo valenciano de corte
progresista. Dicho así parece extraño que la sinergia llegara a
funcionar pero pronto lo hizo.
Sin
embargo, la cuestión que se ha convertido en la primera corona del cubo
de Rubik es saber quién es Compromís. Y no entendiendo ese quién por la
persona que lo representa sino por quién detenta la fórmula mágica de
Compromís.
Saber
quien es el Obelix de Compromís obliga a dibujar la receta de la que se
compone. Compromís se asienta sobre sólidas bases comarcales y locales
trazadas por el Bloc durante años y años de lealtad a unas ideas con
denominador común identitario que hacía convivir a la élite cultural de
cada pueblo con una nueva hornada de jóvenes universitarios que querían
construir un tercer espacio político propio y comprometido con su
tierra. Sin embargo, ese impulso tenía techo. Sistemáticamente sus
intentos chocaban con el CIS. Solamente el 8% de los valencianos se
siente más valenciano que español. Y el problema es que ese 8% no
siempre atiende a la razón fusteriana sino a un sentimiento
interpretable desde tantos puntos de vista que se diluyen como un
azucarillo.
El
límite era identitario y también lingüístico. El monolingüísmo
resistencialista del movimiento nacionalista valenciano cercenaba sus
posibilidades de crecimiento en el territorio castellanoparlante.
La
aparición de Iniciativa llevó la sinergia hacia lugares nuevos e
insospechados. El nacionalismo se agazapó bajo una capa de rebeldía
social centrada en una agenda concreta -los recortes en sanidad y
educación- y la irreverencia frente a la corrupción y el despilfarro
captó la atención de la primera capa de indignados. Iniciativa se
convertía en la cara y el cerebro de Compromís. Las senyeras
desaparecían de los actos y el uso del castellano se subcontrataba
cuando no se afrontaba con una naturalidad inusitada en otros tiempos.
Iniciativa
-sin embargo- no pasaba de cuatrocientos afiliados lo que la convertía
en un valor cualitativamente alto pero cuantitativamente bajo. Peleaba
por encima de su peso. Su cohesión interna y sus protagonismos
mediáticos actuaban de catapulta. Y el Bloc se dejaba llevar.
Finalmente
Equo subraya un valor ambiental que siempre se ha mantenido en mínimos
en España. La eterna promesa electoral española que no acaba de
explotar.
La
llegada de la crisis y los nuevos medios "indignados" que buscaban
portavoces audaces para un nuevo periodismo de denuncia encontraron en
Iniciativa a personajes perfectos para sus narrativas. Oltra era la
perfecta rebelde con causa y Mollá era un secundario de lujo para
papeles semiprotagonistas. Ribó interpretaba la sensatez venerable de la
revuelta tranquila en una ciudad donde el Bloc nunca había pasado del
2% y en la que ahora es segunda fuerza política sobrepasando al PSOE.
El
Bloc se subía a la nueva partitura y sobre todo su nueva generación de
liderazgos entendía que esta era la nueva narrativa que había que
interpretar.
La
sinergia se sumaba con Gent de Compromís que acudían a la llamada de un
movimiento emergente, complejo pero desafiante, fresco y rebelde, con
una coralidad de liderazgos. Intentaban poner pegamento entre los demás
componentes de Compromís que preferían mantener sus estructuras
intactas.
Llega Podemos.
Podemos
emerge por sorpresa en unas Europeas como fuerza de canalización de la
factura democrática para pasársela a la "casta". Se aleja de la "vieja
política" y surge al margen de Compromís pero en su mismo espacio aunque
con menos frescura y más cabreo. Sus diferencias más notables son el
alejamiento de cualquier cuestión identitaria -ni siquiera han estado en
la Comissió 9 d'Octubre y el sometimiento al liderazgo mesiánico de
Iglesias. Podemos en la Comunidad Valenciana surge como una parte más de
Podemos. Sin líderes y sin estructura sólida, con recién llegados, sin
experiencia. Nace con una cabeza demasiado grande para un cuerpo tan
pequeño. Justo al revés de Compromís cuando el Bloc encontró una cabeza y
un escaparate que exhibir con el aterrizaje de Iniciativa.
El
papel de Podemos en la Comunidad Valenciana es subirse a la ola de una
especie de revanchismo electoral que no es otra cosa que una revolución
democrática. No obtiene protagonismos relevantes ni tampoco se distancia
demasiado en porcentajes de voto. El partido de laboratorio obtiene
resultados de laboratorio sin grandes desviaciones.
Podemos
amenaza con invadir el espacio electoral de Compromís y aunque resta
algunas expectativas fagocita mucho más electorado del PSOE y de
Izquierda Unida que no de Compromís.
Morir de éxito
El
éxito electoral llega. Compromís obtiene un gran resultado y Podemos un
resultado fulgurante en el tiempo aunque moderado en la expectativa.
Podemos asume su papel de facilitador de cambios en toda España. Una
especie de dinamizador de terapias colectivas democráticas en muchas
ciudades y comunidades de España. El PSOE obtiene su peor resultado de
la historia pero exige el mejor puesto.
El
pacto del Botánico se gesta con un presidente perdedor y una
vicepresidenta sobrevalorada. Podemos se pone detrás en la foto a la
espera de su gran esperanza blanca.
Las seis caras del cubo
Compromís
incluye cuatro caras del cubo. La cara ambiental -Equo- que invita a
procesos amplios de cambio, la cara de la justicia social
internacionalista que encarna Iniciativa. La cara nacionalista que
colorea el Bloc aumentada por el "Procés" de Catalunya que alimenta los
egos colectivos de cierta parte de la política valenciana. Y la cara de
la innovación democrática que incluye Gent de Compromís que se han
subido a un barco que flota en una plancha de mucha paciencia.
Podemos
acude con una cara de "pase usted a la historia de España" y el
revanchismo de una nueva clase emergente, una generación que pide paso y
se ha visto relegada por el Régimen de la Transición y que en Madrid es
muy parecida a Sevilla o Valencia.
Cuadrar el cubo
El
éxito electoral alimenta confianzas en un mismo y desconfianzas en los
demás. Iniciativa se ha sobredimensionado y se ha convertido en un cuco
capaz de anidar en nidos ajenos y adueñarse de ellos. Eso despierta
envidias y recelos en los integrantes del Bloc que esperaban un
reconocimiento electoral a su lucha eterna desde hace demasiado tiempo.
El Bloc recupera su idealismo y conceptualmente niega su integración
"entrista" en una plataforma de ámbito estatal. El nacionalismo al final
es una escala de pensamiento. Iniciativa piensa a escala superior a la
que piensa el Bloc y sus agendas chocan. Mientras la agenda era de
oposición y venía marcada desde fuera por el gobierno todo fue fácil.
Cuando uno debe crear su propia agenda y afrontar sus incoherencias la
discrepancia es más evidente. Probablemente la madurez política es la
ratio entre decisiones reales e incoherencias asumidas.
Podemos
asiste como la amante que entra como tercera persona en un matrimonio.
Sabiendo que no tiene nada que perder. El culebrón mediático le permite
seguir en el candelero. Desgasta a Compromís mientras Podemos sigue su
camino -descendente- ante un sprint indignado que se le está haciendo
demasiado largo.
Las
dos cabezas de Compromís se miran y se tiran fuego. Probablemente
porque la escala de Iniciativa no sea exclusivamente valenciana como le
gustaría al Bloc. La ambición es una escala de pensamiento. El abandono
de la parte por el todo.
La polémica y el futuro.
Iniciativa
pretende subirse a un tren de cambios que impulsa Podemos. El momento
histórico en España es evidente. La próxima legislatura será una
legislatura poderosa donde pasará lo que no ha pasado en veinte años. El
desafío catalán junto con la aparición del multipartidismo alimentado
por el reformismo llevará a España a un denso periodo de reformas
legislativas, de modelo territorial e incluso constituyentes. Iniciativa
quiere participar de manera activa. Desde dentro. Fruto de esa
autoestima de saber que es capaz de pelear por encima de su peso.
El
Bloc sin embargo prefiere mantenerse fuera e influir desde fuera de ese
proceso. Parece preferir la política de testimonio que ha hecho Baldoví
en estos cuatro años encendiendo luces rojas en Madrid para visibilizar
los problemas valencianos. Indudablemente un grupo valenciano propio
exclusivo de Compromís sin Podemos en Madrid podría tener peso para
influir en ese proceso. Pero también se asume el riesgo de que la
promiscuidad pactista de un hipotético bipartito deje a los valencianos
una vez más en la vía del tren 143 y no en la del 151.
La
mayor parte de los debates se centran en saber si la unión generará una
nueva sinergia o restará votantes decepcionados con alguno de los dos
contrayentes. Es un problema menor. Cualquier resultado sería
influyente. La cuestión es si el Bloc es capaz de enterrar el
valencianismo político como opción electoral, si Iniciativa cambia de
escala de pensamiento. Y si todo ello desmorona un Govern de la
Generalitat que parece seguro pero tiene un subsuelo en movimiento.
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