Miguel Alcocer ultimando detalles del Belén que ha expuesto en Llíria. //EPDA El belenista de Llíria, Miguel Alcocer, está acostumbrado a
recrear con sus propias manos y utilizando su imaginación, las escenas bíblicas
más importantes para celebrar la Navidad. Lleva montando belenes desde bien
pequeño, cuando en su casa y con su familia, realizaba la misma liturgia, todos
los años, para montar el nacimiento que les acompañaría durante todas las
fiestas. A los 14 años, rememora Miguel rodeado de gran parte de sus creaciones
que atesora en su taller, se puso “en serio” con esto de los belenes y a
ingeniárselas para que, cada año, su montaje fuese más sofisticado. El
belenista, rescata de algún rincón de su lugar de trabajo, piezas antiguas que
él mismo creó a base de artilugios tan dispares como los piños y la cadena de
una bici que, con un sistema muy complejo para la época, hacía que los bueyes
arasen el campo acompañados de su amo. Era la década de los 70 en la que Miguel
llegó a recopilar, todos los años, el primer premio en el concurso local de belenes.
“Le dedico muchas horas de mi vida a crear un Belén y
siempre he querido superarme, año tras año. Tanto es así, que el Belén que yo
montaba en casa y que ocupaba prácticamente todo el salón, tenía luces, música
y la mayoría de sus figuras se movían”, rememora Miguel sin disimular su pasión
por esta afición. Sus montajes se convirtieron en los más visitados de la localidad
por su espectacularidad y porque, según confiesa el artista, “siempre he pretendido que mis montajes fuesen didácticos
y nos enseñasen los episodios de la Biblia que estaba representando”.
Dioramas
Pero fue a finales de los años 80 cuando la afición de este
artista de Llíria da un giro de 180 grados, al descubrir los dioramas. “Eran
cuadros preciosos en tres dimensiones que contaban un episodio concreto de la
Biblia. Me impactó el detalle y la minuciosidad con los que estaban hechos y
desde entonces me gusta más hacer dioramas que Belenes enteros”, asegura Alcocer.
En 1990 se hizo socio de la Asociación de Belenistas de Valencia porque quiso
profundizar más en la realización de los dioramas y cuatro años más tarde de su
ingreso, Miguel debutó con uno propio, en una exposición organizada por los
belenistas valencianos. “Desde entonces no he parado de crear y de trabajar en
la creación y el montaje, tanto de belenes como de dioramas. Tanto es así que
hasta tengo una de mis creaciones expuestas en Bilbao porque me lo pidieron los
belenistas vascos”, relata Alcocer.
Reconocimiento
Todo esfuerzo tiene su recompensa.Ha conseguido, entre otros
galardones, el Trofeo de la Federación Española de Belenistas a petición de la
Asociación de Valencia por su deHa recibido el Trofeo de la Federación Española
de Belenistas por su dedicación y afirma con rotundidad que disfruta
construyendo dioramas.
El Belén de este año es de nueva creación. Tiene su taller,
un espacio diáfano utilizado en exclusiva para crear, patas arriba y en
cualquier rincón puedes encontrar figuras, materiales y herramientas para
fabricar los escenarios bíblicos, pinturas de mil tonalidades diferentes,
pinceles con los que colorea cada detalle y recuerdos de montajes antiguos y
que sirven de inspiración para los nuevos.
Es su mundo, su espacio y en él lleva desde el mes de mayo
modelando un nuevo montaje con otros escenarios que ocupan 12 metros cuados y
está compuesto de 150 figuras diferentes y ha invertido cerca de 400 horas en
ponerlo a punto.
Pero a pesar de involucrarse al máximo en esta pasión que le
acompañada desde hace más de cuarenta años, Miguel reconoce que el paso del
tiempo le pesa y que ya son muchos años los que lleva dedicándole a la creación
artística del Belén y que ya no tiene las mismas fuerzas de antes.
Pero, a pesar de sus reflexiones, no pierde el brillo de los
ojos cuando tiene que sujetar con las manos alguna de sus figuras o repasar los
detalles de algún edificio para que parezca lo más real posible. Es una afición
que lo cautivó siendo muy niño y ahora, por mucho que amenace con dejárselo, el
veneno de la creación ha inoculado tan profundamente en su corazón, que ya no
encuentra un antídoto para curarse. O tal vez no quiera encontrarlo porque sigue
enamorado de su paisón.
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