José Tomás Varea Varea, cronista oficial de Tuéjar. /EPDALas tremendas lluvias provocadas por la DANA, además de la catástrofe humana y económica que han supuesto para las comarcas litorales, han tenido un efecto devastador en el medio ambiente de algunas zonas de interior. La erosión y arrastre de tierra fértil de las tierras de secano y de huerta ha dejado sólo la piedra desnuda, los cantos de río y la grava, dificultando su uso agrícola. En huertas como las de Calles o Sot de Chera han perdido hasta sus lindes y acequias de riego y no se sabe dónde acababa un campo y empezaba el siguiente. Ha arrancado oliveras y frutales y derribado muros de piedra de los bancales, por lo que va a ser, en muchos casos, muy difícil su recuperación, pues vale más su reparación que el valor de la huerta en sí, dada la baja rentabilidad que tienen los productos agrícolas en este tipo de parcelas de difícil mecanización.
Y toda esa tierra fértil, que ha sido arrastrada por el agua de ríos y barrancos, ha ido a parar a los pantanos, colmatándolos y dejándolos inútiles a largo plazo, al mar o a la Albufera donde se sedimentan y la hacen perder profundidad, reduciendo progresivamente su tamaño. Durante siglos estas tierras del litoral fueron escasamente pobladas por su riesgo de inundación, sus plagas y enfermedades como el paludismo y, por si faltaba algo, por la inseguridad de los asaltos de los piratas berberiscos a las poblaciones cercanas a la costa. La gente prefería habitar los territorios de interior. No obstante, gracias a los sedimentos aportados por ríos y barrancos, las tierras se convirtieron en campos fértiles que, acompañados de un clima suave, daban muy buenas cosechas y permitieron el asentamiento de poblaciones que, sobre todo en la historia reciente, han visto un gran desarrollo urbanístico e industrial y un alto crecimiento económico. Parte de los términos municipales de l´Horta Sud, afectados por la DANA, están en terrenos que antiguamente habían formado parte de la Albufera. Los huertanos ribereños echaban tierra a la misma para convertirlas en arrozales y siglos más tarde, volvían a echarla para cultivar naranjeros y hortalizas en esos campos. Así nació buena parte de la famosa huerta de Valencia.
No es que el barranco del Poyo atraviese varias localidades de l´Hort Sud, sino que esos pueblos nacieron y crecieron cerca de ese barranco y que su gran crecimiento ha hecho que éste haya quedado en medio de estas poblaciones, con un cauce estrecho, para el volumen que llega a alcanzar en ocasiones extraordinarias como esta. No es la primera vez que se ha desbordado este barranco, pero el daño que hacía en el pasado, en unas localidades con dos o tres mil habitantes y rodeadas de huerta no son los mismos que ahora, con decenas de miles de personas y rodeadas de urbanizaciones, polígonos industriales y centros comerciales. La huerta de Valencia se ha llenado de cemento que dificulta la salida del agua. Por si faltaba algo, la gran cantidad de coches que tenemos han obstaculizado el paso del agua y ahora, amontonados en las afueras, suponen un grave peligro para estas ciudades tan pobladas.
Hemos de pensar en lo temerario que es construir en espacios catalogados como inundables. Tengo mis dudas de que esta peligrosidad frene proyectos urbanísticos como, por ejemplo, el denominado Manhatan de Cullera que pretendía construir torres residenciales y hoteles de entre 25 y 40 plantas y un puerto deportivo, en el terreno que queda sin edificar junto a la desembocadura del Júcar. Este proyecto impulsado por los propietarios de los terrenos, se paró con la crisis de 2008 y la Generalitat, con el gobierno del Botánic, en 2018 protegió el litoral en una franja de 1000 metros de la costa. El gobierno autonómico actual está planteándose reducir esta protección a la mitad y permitir la construcción de instalaciones turísticas, hoteles y zonas residenciales, en Cullera, unos de los municipios que tiene un elevado riesgo de inundación, según el Patricova, (Plan de Acción Territorial de Riesgos de Inundación de la Comunidad Valenciana).
Si se desarrollan proyectos como el ejemplo anterior y se mantienen algunas de las edificaciones existentes en l´Horta Sud, imposibilitando el paso del agua, no habremos aprendido nada y la tragedia se podría volver a repetir dentro de no se sabe cuántos años. Volveríamos a tropezar con la misma piedra… o con el mismo ladrillo.
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