Susana Gisbert.
Comentaba el otro
día un amigo algo que me llamó la atención, y que hoy he comprobado que es
totalmente cierto. Tecleó en el buscador de internet la palabra “Mujeres”,
seguido del nombre de una localidad, y lo que aparecía en su pantalla eran
anuncios de los llamados de “contactos”. Esos mal llamados anuncios por
palabras –como si los demás anuncios se hicieran por señales de humo o por
telequinesia- en que algunas mujeres ofrecen relaciones sexuales o placeres
carnales varios. Eufemismos que encubren comercio carnal puro y duro. Y no deja
de ser curioso, por decirlo de algún modo, que el propio buscador remita a
esto, con la cantidad de cosas que podrían decirse de las mujeres.
Según el
diccionario, “contacto” es “la acción o efecto de tocarse dos o más cosas”. Una
definición aséptica y no demasiado atractiva. Por “contactar” entendemos
ponerse en comunicación, sea visual, virtual, auditiva e incluso física. Pero
no tendría por qué ir más allá y remitirnos mentalmente a ese plus peyorativo,
igual de peyorativo que si el “contacto” se refiere a tener relación con
personas que nos podrían proporcionar algún beneficio. Eso de lo que presumía
el pequeño Nicolás. Así que se ha acabado desvirtuando una palabra hermosa.
Pero eso no es lo
peor. Lo peor es la realidad a la que nos remite ese buscador de Internet, que
no hace sino reflejar la vida misma. Una vida en que las mujeres –y también los
hombres, aunque en menor medida- son tan cosificadas que la propia palabra
remite a enlaces relacionados con la prostitución, más o menos encubierta,
otra de las lacras de esta sociedad, de la que muy pocos parecen querer
hablar. Y es que la mayoría de los periódicos contienen secciones destinadas a
este despreciable comercio humano.
De nada sirve que un
diario se erija con palabras grandilocuentes en defensor de la igualdad de
sexos si se lucra con estos anuncios. Es hipócrita que presuma de luchar
contra la violencia de género si en la misma página publica estos contenidos.
Pero, ya se sabe, Poderoso caballero….
Que la palabra
“Mujeres” remita a esto no es más que el reflejo de una sociedad enferma. Una
sociedad que presume de civilizada y cierra los ojos ante el drama de miles de
personas obligadas a prostituirse de un modo u otro. Sean mujeres u hombres.
Porque, ante mi sorpresa, si se teclea “Hombres” pasa algo parecido. Compruébenlo
y verán. Y no olviden que la prostitución no existiría si no hubiera clientes
dispuestos a pagar por ello.
¿Llegará un día en
que el término “Mujeres” o el de “Hombres” remita personas que han despuntado
en la ciencia o el arte?. Ya me gustaría. Pero me temo que me queda mucho
tiempo de seguir esperando.
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