Carmina L. Llopis. / EPDA ¿En qué, cómo y
cuánto cambiará mi vidaa consecuencia de la epidemia?
Intento
visualizar el futuro próximo de nuestros días y aparece la ansiedad al pensar
en cómo nos puede transformar esta pandemia, de a qué valores daremos prioridad
en el futuro, de cómo evolucionará la economía, o de qué forma cambiarán las
relaciones entre las personas y las sociedades.
En un momento
extremadamente complejo como nuestro presente, las opiniones muy diversas: las
haypesimistasy las hayesperanzadoras, pero entre ellas
predomina que nuestra sociedad serámás solidaria. En lo que todos sí estamos
de acuerdo es: que nos encontramos ante un hecho histórico, en un punto de
inflexión o en una curva cerrada al final de una larga recta.
Después de algo
más de dos meses de confinamiento, ya se percibe la poca importancia que
empieza a tener lo que ayer nos deslumbraba y nos damos cuenta de la
metamorfosis acelerada que nos ha impuesto el virus.
Mientras tanto,
nuestro personal sanitario se desvive por salvar vidas, la ciudadanía cuida de
sí misma y de los suyos, la administración intenta aclararse con tanto
embrollo, maestros y profesores intentan estar cerca de nuestros niños y
estudiantes “en la distancia”, y cada día se pueden observar admirables
muestras de solidaridad en nuestra sociedad en general.
Debemos aprender de esta experiencia, ser
consciente de que la vulnerabilidad y la fragilidad nos constituyen y eso nos
convierte en radicalmente interdependientes.
La pregunta que
me hago es:¿qué echamos de menos desde que estamos confinados?Sobretodo
echamos de menos la libertad de movimiento. Pero ¿para hacer qué? Vamos a
detenernos a pensar si todo lo que hacíamos rutinariamente, por convención,
porque había que hacerlo, merecía la pena.
Por ahora, hemos
descubierto el gran valor del conocimiento científico, el de un sistema
sanitario público sólido y bien dotado de recursos, el de la educación, el de
una auténtica política que nos lleve a cooperar y no a pelearnos, el de que
pequeños detalles son los que importan y saber quien a estado a nuestro lado
cuando lo hemos necesitado. Sin duda, hemos aprendido que el teletrabajo puede
ser muy eficiente y que leer o escuchar música es una opción nada desechable. I
como no, también hemos descubierto el poder de los abrazos y el valor de las conversaciones
con amigos y con nuestros mayores. Vamos a quedarnos con esas cosas buenas que
el coronavirus nos ha dejado: Cambiar de
prioridades es posible, sólo hay que querer hacerlo.
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