Lucía Ballester en Venecia. EPDA Mi fin de semana en Venecia estuvo lleno de máscaras. Y no precisamente de Carnaval. El coronavirus ha creado un clima de alarma en el norte, si bien el sur nadie se alarma demasiado. Todavía.
El brote de coronavirus fue detectado en Italia a principios de mes. Ahora, a día 25 de febrero, el norte del país se ha visto paralizado por ello. Venecia, sin ir más lejos, canceló los dos últimos días su famoso carnaval. Tuve suerte de poder disfrutarlo dos días, hasta que la psicosis se apoderó de la ciudad.
El sábado y el domingo, justo cuando se detectaron dos casos positivos en Venecia, pude presenciar como personas felices y deshinibidas comenzaban, de forma sutil, a ponerse nerviosas. Las farmacias, en horas, veían como sus reservas de gel Amuchina (gel antibacterial) se desvanecían, así como las mascarillas blancas que comenzaron a adornar los rostros de decenas de personas. Vi cómo la gente esperaba en los supermercados, carrito en mano y máscara en boca, ya que no dejaban entrar a todos a la vez, sino que tenían que esperar a que salieran los que ya estaban dentro para evitar avalanchas humanas.
El lunes, cuando quise volver a mi ciudad, los trenes estaban colapsados y muchos de ellos cancelados, sobre todo los trenes de la zona norte. Retrasos de 100 y hasta 180 minutos, que provocaban más nerviosismo y malas caras. Muchas de ellas, aún ocultas con esa. Cuando la tasa de mortalidad fuera de China es menos del 0.7%, uno se pregunta hasta qué punto estamos exagerando.
También me enteré que la policía italiana está persiguiendo a criminales que poco después del inicio del brote, compraron gel y máscaras y ahora los venden a precios astronómicos en internet o en el mercado negro. Y me ha escrito gente preguntándome si deberían cancelar sus viajes a Roma. Casi he visto gente más histérica en España que aquí. En Roma apenas nadie habla de ello, e incluso bromean. Sin embargo, el sábado mi grupo de WhatsApp familiar ardía. Me escribió hasta mi profesor de inglés de la academia y un ex novio. Nunca había sentido tanto afecto, me honráis.
Mientras los norteños se afanan en aprovisionarse, más abajo de la zona de Emilia Romaña nadie está excesivamente preocupado. En Lombardía, Véneto y Piamonte cerrarán todos los colegios e universidades, hasta el uno de marzo. Y en las dos primeras se han prohibido eventos culturales. Mientras tanto, en otras zonas la vida transcurre con relativa normalidad. En Roma, mi ciudad, los turistas siguen llegando, las máscaras no se hacen notar apenas y la Basílica de San Pedro sigue teniendo colas kilométricas. A diferencia de la plaza de San Marco en Venecia, donde solo hay policías, algunos turistas y restos de confeti, únicos testigos de que antes del fin de semana, el ambiente era de gozo y no de innecesaria alarma.
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