Portada del libro. EPDA
Emma Palau. TONI BALANZÁ El cortador de cañas
Junichirō Tanizaki
Agradecimientos: Librería Ramón Llull
C/ Ramón Llull, 41. Valencia.
http://www.llibreriaramonllull.com/
Paqui enciende el incienso japonés sentada en
el suelo como las niponas. Con respeto y tristeza. El aroma es sutil, como la
misma literatura de esta isla golpeada por la catástrofe. Hoy la Tertulia sobre
Literatura Japonesa en la Librería Ramón Llull de Valencia no está tan animada
como en ocasiones anteriores. A fuerza de leer y comprender la cultura nipona,
nos sentimos más conmovidos, y su dolor, también se nos hace más real, más
cercano.
La de hoy no será una reseña literaria más,
sino la crónica de esa Tertulia que novela tras novela nos ha hecho atravesar
los velos que ocultan una cultura tan alejada de la nuestra. Una cultura en la
que una dama hace sonar los acordes del koto, el sake calienta la sangre, el
honor y el respeto continúan vigentes y no existe pecado en el sexo, pues ¿qué
hay de malo en ello?
La Librería Ramón Llull merece el mayor de mis
respetos, pues como un nuevo Quijote, trata de luchar contra los gigantes de
las multinacionales, para las que un libro es un objeto de consumo más. Pero en
esta librería, pequeña en tamaño y grande en espíritu, el amor al libro y a la
cultura envuelve cada uno de sus actos. Entre ellos la Tertulia sobre
Literatura Japonesa que me llevó a su acogedor seno un domingo de primavera
agitado por el viento.
Tardamos en hablar de la novela que esa tarde
nos había reunido allí, El cortador de cañas. El terremoto y el drama de
aquellas gentes sobre las que tanto habíamos leído mantenían nuestras entrañas
en un puño. Pero al final entramos en materia y la belleza delicada de las
palabras de Tanizaqui volvió a fluir por nosotros.
El narrador se nos presenta como un erudito
obsesionado con la refinada vida de la corte nipona, antes de la llegada del shogunato, consecuencia natural de la inclinación de un alma sensible hacia una
existencia dedicada tanto a la serena contemplación de la belleza de la
naturaleza, como a la sosegada reflexión que ésta provoca.
Nuestro hombre es rara avis en una
sociedad que se occidentaliza sin cesar. Es la única persona que decide
permanecer en un islote en medio de un río, dedicado a contemplar la primera
luna llena de otoño y recitar versos antiguos, mientras un transbordador no
deja de transportar gente entre una y otra orilla. Para su sorpresa, otro hombre se unirá a él entre las cañas en la noche.
Y este personaje le contará una historia de amor protagonizada por alguien que
también gustaba de creer que en los tiempos antiguos la belleza era el
ingrediente que daba intensidad y sentido a la existencia.
Una historia dentro de una historia, un amor
terrible, vidas arrasadas por la honradez, la fuerza de los sentimientos y las
normas sociales. No diré más, no quiero destrozar esta breve y deliciosa obra.
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