Un incendio forestal en una imagen de archivo | EPDA.Otra vez llegamos tarde. Como siempre. Cuando las llamas ya arrasan nuestras montañas, nuestros pueblos, nuestras vidas, entonces todos corren. Bueno, a algunos políticos les ha costado cortar con sus vacaciones. Pero cuando toca poner dinero, medios, prevención y soluciones reales antes de la tragedia, entonces nadie está.
El incendio que estos días devora el corazón de Galicia y Castilla-León no es solo consecuencia del calor, del viento o del cambio climático. Es, sobre todo, consecuencia del abandono institucional, de la falta de prevención, de una gestión forestal ineficaz y de la carencia de medios en los momentos clave. Otra vez, como ya sucedió tras la DANA del 29 de octubre de 2024 que arrasó buena parte de la provincia de Valencia.
¿Dónde estaban entonces los proyectos prometidos por el Gobierno de España para evitar que una riada se convirtiera en una catástrofe? ¿Dónde estaban las obras en los barrancos del Poyo, de Chiva, de la Saleta? Obras clave, imprescindibles, largamente anunciadas y aún hoy pendientes. El Gobierno central no cumplió. Y la lluvia se llevó por delante casas, calles, comercios y vidas. Nos dijeron que aprenderían de aquella tragedia. Pero no han aprendido nada. Y ahora, con el monte ardiendo, vuelven a prometer exactamente lo mismo: que no volverá a pasar.
Pues sí sucederá de nuevo. Porque seguimos sin un plan integral y coordinado. Seguimos sin medios suficientes, sin brigadas permanentes todo el año, sin limpieza de montes, sin prevención. Y eso sí, cada vez que hay un incendio, nos llenan las orejas con palabras huecas mientras los vecinos pierden sus casas, sus cultivos y su futuro.
Es inadmisible que se escatime en prevención. Es una irresponsabilidad criminal. Porque cada euro no invertido en limpiar un barranco, vigilar un bosque o reforzar un cauce se convierte en millones perdidos y vidas arrasadas.
La Comunitat Valenciana necesita ya una estrategia seria, dotada de presupuesto, con la colaboración de todas las administraciones. Pero, que quede claro: la principal responsabilidad en la tragedia de la DANA de 2024 recae directamente sobre el Gobierno de España, que no ejecutó las obras hidráulicas comprometidas en barrancos tan sensibles como los anteriormente mencionados. Esas actuaciones podían haber evitado buena parte del desastre. No se hicieron. Y pagamos las consecuencias.
Y ahora, en plena ola de incendios, vuelve a pasar lo mismo: improvisación, escasez de medios y mucho titular vacío.
Porque lo peor no es que el fuego vuelva.
Lo peor es que siempre nos encuentre igual: desprevenidos, desamparados y solos.
Imagen de las consecuencias de la DANA. | EPDA
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