Habituada a este tipo de
charlas, Isabel García llegó como un torrente: tranquila, pero con una
documentación amplia, explicada con tranquilidad, sin sobresaltos, casi como si
no quisiera estresar a su audiencia, compuesta sobre todo por mujeres del Col·lectiu
de Dones de Puçol, la asociación local que solicitó esta actividad
subvencionada por la Diputación de Valencia y organizada por el Área de
Bienestar Social del Ayuntamiento de Puçol.
Entre sus consejos para
conseguir dormir mejor hubo tiempo para todo: el ejercicio es mejor por la
mañana, porque activa el cuerpo; si se hace ejercicio por la tarde, que nunca
sea después de las 18 horas, para dar tiempo a la ducha, la cena, un descansito
y a dormir; el alcohol provoca un sueño no reparador y acaba originando un
insomnio nocturno de mantenimiento; hay que evitar la siesta del borrego
(exacto, la de antes de comer) y también una demasiado larga tras la comida (no
más de media hora); la cena, por supuesto, ligera y nada de dormir en seguida,
mejor una charla, ver la tele o leer (que es bastante más sano)…
Entre sus
recomendaciones, además de los ya conocidos, también la apuesta por mantener
unos horarios más o menos estables, apostar por rituales antes de irnos a la
cama (la tele ―eso siempre ayuda al sueño―, lavarse los dientes, quizá un
ratito de lectura), y, por supuesto, nada de dormirse viendo la tele, porque
eso acaba provocando insomnio (y conste que la charla no entraba en detalles
sobre la programación de cada cadena).
“Además, es aconsejable
evitar cualquier tipo de pastillas, porque producen tolerancia y dependencia
del cuerpo”, afirma Isabel García. “Esta tolerancia obliga a aumentar la dosis
poco a poco y se crea la dependencia, por lo que nunca podemos abandonar esa
dosis cada vez mayor. Algo, por cierto que también puede suceder con las
infusiones y similares, no sólo los fármacos provocan dependencia”.
Tras informar sobre los
tratamientos psicológicos, que siempre deben ser controlado por un experto, sea
este médico o psicólogo, Isabel dejó a un lado la teoría y se dedicó a la
práctica: aprovechando su condición de psicóloga y que apagaron oportunamente
las luces del local, dirigió una relajación a las cuarenta mujeres asistentes…
y todas acabaron plácidamente dormidas al final de la charla.
Sólo el fotógrafo seguía
por ahí moviéndose, haciendo fotos, incordiando, menos mal que al menos no se
le ocurrió utilizar el flash… habría provocado insomnio en más de una.
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