El cómico actuará esta noche en Torrent
Dani Rovira triunfa con sus monólogos de humor
Rovira es licenciado en Ciencias del Deporte
Atiende mi llamada mientras hace pruebas de sonido en el Pequeño Gran Vía de Madrid. Entre ‘sí, sí, uno, dos, hola, probando, probando’ se disculpa conmigo –“lo siento hija”- y promete que enseguida me hará caso. Servidora sigue al otro lado del teléfono espectante, escuchando cómo el Dani Rovira que tantas veces ha visto en directo y por televisión, prepara uno de sus shows antes de la entrada del público: “¡¡Oye, que me has puesto el micro a la altura de un hobbit!! ¿No será esto un micro de guitarra?”.
Cuando por fin dedicamos toda nuestra atención el uno al otro, es la cobertura quien decide jugarnos una mala pasada, así que me confiesa que “esta entrevista va a ser más difícil de lo que pensaba” porque se ha tenido que esconder en el backstage ya que, en breve, va a comenzar su función.
Aún así, le arranco unos minutos de gracejo malagueño y acento del sur que me resultan cómodamente familiares. “La gente entiende que uno no es gracioso 24 horas. Yo soy el graciosete arriba del escenario, abajo soy una persona normal… aunque tenga cierto salero para contar determinadas historias”.
El cómico, licenciado en Ciencias del Deporte, ya hace tiempo que se labró un nombre en el panorama del monólogo español, y confiesa que se siente “halagado” cuando alguien le cuenta que se ha planteado las mismas cosas que él, por ejemplo, al ver la típica cajita amarilla de ‘para verde, pulse’ que hay en los semáforos: “ya ves, esa era una parida como otra cualquiera… pero me alegra saber que alguien al verlo, se ha encontrado con la misma paranoia que yo y le ha surgido la misma duda”. Rovira observa su alrededor, va siempre con una libreta pegada a la mano y toma nota hasta en servilletas cuando el cuadernillo le falla. Es un gran escritor de historias y sobre todo, un mejor creador de anécdotas. Habla sobre la vida, sobre su familia (a la que homenajea parodiando sus manías) y sobre las relaciones amorosas: “claro que le pido a una pareja que me haga reír. Pero no por ser cómico, por ser persona. A mí me hacen gracia muchas cosas. Sobre todo me gusta escuchar reír al público”. Público que, en todos los rincones de España, acoge a Dani Rovira casi siempre con el cartel de ‘No hay localidades’. El monologuista no teme viajar por distintas tierras del panorama nacional (aunque también ha paseado sus textos por lugares tan dispares como Portugal o Argentina) y declara que “el grueso del monólogo, la base, es casi intocable actúe donde actúe. Las cuatro gracias de turno se pueden añadir en un momento dado, por ejemplo si estoy en Málaga e inserto localismos o si voy a Oviedo y lleva tres días seguidos sin parar de llover, pues eso lo voy a comentar… Pero el esqueleto del texto es el mismo”.
Tema tabú y otros apuros
Rovira, que saborea las mieles del éxito y no entiende “otra forma posible de vida”, comenta que, en parte, se debe a que el público “ha ido acoplándose” con el humor y ambas entidades han entrado en una comunión de risas y buen rollo. “Personalmente pienso que no hay temas tabú ahora mismo sobre los que dé palo hacer comedia… A lo mejor para no entrar en el humor excesivamente negro, conviene huir del mal gusto… Pero lo mejor para entender la vida es reírse. Minimizar y tomárselo con humor”. Con estas lecciones para el alma decide quedarse la arriba firmante y toma la decisión de no estirar más el tiempo de Dani Rovira “Hija no te preocupes”, me dice, “al final el humor es el lubricante para hacer crítica social”. O sea, que entra mejor con azúcar, ¿no? –le digo- “Sí, que te la meten doblá, vamos”. Otra sonrisa. Valió la pena. Gracias ‘Rovi’.
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