Juan Vicente Pérez. / EPDAPlutarco ya nos describió magistralmente, la advertencia al
gran Julio César para cuidarse de los “idus de marzo”. Una tragedia
clásica que siempre ha motivado la reflexión de su significado hasta nuestros
días. Pero la deriva totalitaria del gobierno social-comunista bien merece
alguna reflexión. Marzo siempre ha sido un mes de agitación política. Una
agitación que siempre ha aprovechado la izquierda para sacar rédito político de
situaciones extraordinarias. Así, con la victoria de Zapatero en un 14-M del
2004 de triste memoria, se rompía ese espíritu de concordia que supimos generar
en la Transición. Pero no solo eso. Con Zapatero invertíamos un tendencia
económica de prosperidad para dirigirnos gracias a sus políticas al desastre de
2008. Una victoria sobre los restos aún humeantes del atentado de Atocha. El
atentado terrorista más grave de nuestra historia. Un golpe de estado mediático
sin precedentes que todos recordamos por su virulencia y que asaltó la propia
jornada de reflexión con proclamas incendiarias contra el PP.
Nos acordamos de esa izquierda llamándonos asesinos,
rodeando nuestras sedes y señalándonos como culpables. Así, contra todo
pronóstico, ZP ganó las elecciones. Ese fue el inicio de una coalición letal
para la democracia. Coaligado con nacionalistas y comunistas forjaron con el
rencor y el revisionismo histórico el “Pacto del Tinell” . Un proyecto
ignominioso para aislar al PP y recuperar el poder. Pero no solo eso, tras la
Ley de Memoria Histórica que rompía la concordia de la Transición, negoció con
los nacionalistas catalanes un Estatut inconstitucional, gobernó con ERC en
Cataluña y negoció con ETA blanqueando sus tesis y reforzando a Otegui como
interlocutor a través de Bildu,su engendro político. De sus brotes verdes y de
la terrible crisis económica todavía tenemos secuelas.
Con el mediático 15-M, llegó en 2011 la ola populista del
neocomunismo. Alimentados en el rencor
por una crisis derivada de las políticas socialistas, llenaron nuestras plazas
para asaltar los cielos. ZP vio la oportunidad, alentando estas acampadas para
desacreditar al PP, como salvavidas a su nefasta gestión. Todo el progresismo se
alió para salvar un gobierno que hacía aguas y al que los líderes mundiales
advertían del desastre. Una campaña brutal contra el PP que aún así, ganó las
elecciones municipales y autonómicas, antesala del triunfo Popular en
lasGenerales. Pero el engendro ya estaba en la calle, dispuesto a entrar en las
Instituciones bajo el nombre de Podemos. La crisis económica y social agravada
por ZP servía de caldo de cultivo al nuevo virus populista. Su recorrido hasta
Galapagar lo hemos sufrido todos.
Con el ecosistema político en plena convulsión, el
bipartidismo imperfecto que había garantizado la alternancia se resquebrajaba
ante el ímpetu de dos actores nuevos, Ciudadanos y Podemos. Los gobiernos
populares consiguieron sacarnos de la crisis, solos y cuestionados. Centrados
en lo urgente, su modelo reformista salvó por segunda vez a España, pero la
fatal alianza progresista engendrada por ZP, renacía de sus cenizas a para
socavar la credibilidad del PP. Con la corrupción por bandera, rompiendo
cualquier atisbo de lealtad institucional y anulando la presunción de
inocencia, el pacto del Tinell activaba sus activos políticos, jurídicos y
policiales apoyados en su bien pertrechado ejército mediático en un todo vale
contra el PP. Un castigo brutal, un hostigamiento diario durante estos años,
que cumplió su objetivo con otra ignominiosa acción, la moción de censura
contra Rajoy.
Con el discípulo aventajado de ZP en el poder, descolocada
la otrora todopoderosa socialdemocracia por el nuevo socialismo encarnado por
Sánchez, el sanchismo,, llegamos a otro mes de marzo de 2020, El 8-M con todas
las alertas sanitarias en marcha y advertidos por la OMS y la UE, Sánchez y su
Gobierno social-comunista alienta las manifestaciones por toda España en un
ejercicio de irresponsabilidad en plena pandemia. Una crisis sanitaria para la
que no estaba preparado y cuya imprevisión, improvisación e ineptitud provoca
un efecto multiplicador, de cuyo efecto las cifras del cataclismo sanitario son
testigo. Una improvisación que además de situarnos líderes mundiales en muerte,
nos lleva también al podio mundial de destrucción económica. Plutarco ya
advertía de los idus de marzo, pero nosotros los continuamos sufriendo,
haciendo bueno el dicho… de aquellos vientos, estas tempestades.
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