Estación del Pont de Fusta. EPDA
Estación de Madera,
aunque de madera tiene poco. Curioso que sigamos conociendo a esta
edificación de 1892 con esa denominación, que acorta la más
correcta de Estación de Santa Mónica o del Puente de Madera. Sea
como fuere, empiezo aquí el recorrido. Una pena que la parte
posterior de este edificio singular, que acoge la sede de la policía
autonómica, esté repleta de matojos que le dan un aspecto de
abandono.
Me adentro en la calle
Almassora, paso junto al Centre de Joventut Trinitat y al espacio
deportivo del mismo nombre, habilitado para el creciente número de
aficionados a parkour, la práctica de los saltos. Después viene la
senda de l’Aire (tiene, desde luego, buen tamaño para corrientes),
que lleva como subtítulo en otra placa ‘Carrer de vianants’. Con
un poco de gusto e inversión municipal, el pasaje podría ser
bastante más que la actual calle tristona. Condiciones tiene.
Abandono
Aunque, y no porque mal de
muchos sea consuelo de tontos, la explanada central, por la que
discurren las vías del tranvía, tampoco destaca por su
mantenimiento. Le sentaría de maravilla una buena poda y
acondicionamiento. Vuelvo la mirada hacia los números pares de la
calle Almassora y me sorprende la persiana de la peluquería Europa,
repleta de utensilios propios de este trabajo pintados con gracia.
Por mucho que alguien haya tratado de emborronarlos con algún
espray, como las persianas de los locales cercanos.
Me llama la atención el
bloque de viviendas en la esquina de la calle Benimuslem, con dos
grandes rótulos en los que indica Carteles NO REA (Responsable
Empresa Anunciadora, esto último ya lo añado yo). Hacía tiempo que
no los veía en un edificio. Como mínimo tan destacados. Y lo cierto
es que surten efecto, porque no aparece un solo cartel y mantiene el
inmueble su impoluto marrón anaranjado.
Almassora
Cruzo la plaza de Manuel
Laguarda Cubells, con su amplia acera y zona arbolada y de columpios,
la más cuidada de la barriada. Atravieso las vías del tranvía por
la calle Cofrentes y me adentro en la parte más comercial de
Almassora. Además de los bares que pueblan toda la calle tiene
academia de inglés, clínica podológica y tienda de alquiler de
bicis. Hace un recoveco y me llego a Primado Reig. Siempre que paso
por aquí me planteo lo querido que debió ser el arzobispo
valenciano Enrique Reig y Casanova para que la ciudad bautizara una
avenida tan amplia con su nombre.
Me adentro en la calle
Alfauhir –nexo de los barrios de Rascaña, Zaidía y Benimaclet- y
ya empiezan los contrastes entre edificios antiguos y recientes. Y
entre barrios respecto al otro lado de Primado Reig, por Almassora,
que acabo de recorrer. En este tramo me choca cómo se abre la calle,
para ocupar la parte central, la del tranvía, casi de tanto tamaño
como juntas las dos laterales de sentidos de circulación opuestos.
Sigo por el lado derecho.
En el izquierdo dejo el descampado de cañaverales. Paso junto a dos
bares y, en medio, un despacho de abogados que parece, por el estilo
de sus rótulos y ocupar una planta baja, haberse mimetizado con los
locales aledaños. Me canso de aceras con demasiadas sombras porque
los árboles y sus copas abarcan dos tercios de la calzada y me
cambio a la mediana, directo a la estación de Alfahuir, con su suelo
rojizo.
Quiosco Paco
A mi derecha queda el
espacioso quiosco Paco, que me recuerda, por su tamaño, la pujanza
que hace un par de décadas tenían los locales de venta de
periódicos y revistas. Empieza la zona más top, la de complejos
residenciales. San Miguel, Avenida, Azara… son algunos de los
nombres que lucen. Cruzo la avenida Valladolid y transito junto al
único solar vacío que queda, aunque con complejo proyectado y
anunciado en una gran valla. Al otro lado de Alfahuir, el campo de
fútbol.
Atravieso la calle Cercle
de Belles Arts (¡Qué denominación más inspiradora!), las pistas
de tenis…mientras el arbolado sigue estrechando las aceras. De
pronto, me quedo pensando que todas las personas con las que me estoy
cruzando o van corriendo con ropa deportiva o paseando a su perrito.
Sí, estoy ya a la altura de la zona residencial Racó de Sant
Llorenç, una de las más exclusivas de Valencia, con su complejo
cerrado, su garita de vigilancia, sus casas de techos alpinos, sus
piscinas privadas y sus garajes particulares. Se respira exclusividad
y riqueza.
Mientras sigo
sorprendiéndome de los contrastes entre barrios (sí, ya sé que a
estas alturas no debería de asombrarme), me planto en el extenso
centro de salud Valencia-Alfahuir. Doy a la vuelta y retorno por
Dolores Marqués. Paso junto al local de l’Associació de
Comerciants y me sitúo ante el nuevo Consum, el que ya anticipamos
en el Curioseando Valencia de junio que se construiría en el
inmueble que alojó a la histórica sala de fiestas Arena Auditorium.
Entre las calles Emilio Baró y Gabriel Bernat Condomina, con su
enorme aparcamiento.
Dolores Marqués guarda
cierto parecido a Alfahuir, pero no es lo mismo, aunque tenga una
longitud similar. Menos cuidada, con su gasolinera urbana compensada
por el parque de la calle Valladolid, justo frente a ella.
Jesús y Gaspar Aguilar
Y de aquí me traslado a
una de las avenidas emblemáticas de Valencia, Gaspar Aguilar,
marcada por el hospital Doctor Peset. Al extremo contrario de
Benimaclet. Salto del norte urbano al sur. Empiezo en la plaza de
Jesús, justo a la altura de la iglesia de Santa María de Jesús,
constreñida en un lateral por varias viviendas, detrás de las
cuales emerge la fachada izquierda del templo. Y, por la otra parte,
tiene el local de la junta de distrito.
Ummm. ¡Qué fragancia a
jazmín! Viene de las plantas que cuelgan de la valla del parque. Las
sigo con la mirada hasta que me topo con la placa que recuerda al
insigne dramaturgo Gaspar Aguilar. Negra. Casi frente a ella, un
edificio enmarañado, de esos que anuncia derribo, con una tienda
cuyo rótulo contrasta con el inmueble. El Jardín de Mamá Ana,
pone. Continúa la avenida. Por un lado, el parque, con su pista de
patinaje y el edificio del antiguo sanatorio de Padre Jofre, y luego,
el colegio Jesús; por otro, fincas nuevas, la discoteca Bora Bora y
un bar que, para no acabar de definirse, se llama ’Cocina de aquí
y de allá’.
Cruzo la calle de la Madre
Petra, en cuyo rótulo aclara que fue religiosa, sin más, algo que
podría perfectamente intuirse. Prosigo. El bingo, la boca de metro
de Patraix, la calle de Campos Crespo, la del Jurado Blanquer…
Alternan edificios de hasta ocho alturas con otros más diminutos y
con casonas de planta baja y primera, fácilmente con un centenar de
años a cuestas. Me quedo mirando la enorme chimenea –igual me
animo a hacer una colección de fotos de chimeneas urbanas, que hay
muchas y variadas-- de la criticada subestación de Patraix.
A medida que me acerco al
hospital Doctor Peset Aleixandre (dudo que haya una persona más
reconocida en Valencia que este insigne doctor, que tiene, como
mínimo, también una gran avenida y un centro cultural residencia
–Rector Peset- con su apellido, además del citado hospital), se
multiplican los bares.
Hospital comercial
Desde luego, no cabe duda
de que el recinto hospitalario es el epicentro de la avenida, el
motor comercial. Y, frente a él, un mamotreto blanco destinado a los
mayores de Teléfonica, uno de esos edificios que parecen de estilo
soviético que rompen la armonía de la calle por no decir nada. Como
la mayoría de los que posee repartidos la empresa de telefonía por
la ciudad.
Y en este tramo los bares
ya se alternan con funerarias, floristerías y farmacias, el entorno
clásico de un gran hospital, que lo acaban de rematar los barracones
del colegio Santo Ángel de la Guarda, ejemplo clásico de colegio en
precario en Valencia. Lo separa del hospital un desvencijado solar.
Vamos, el entorno perfecto para disfrutar de la infancia. Y, si sigo,
ya llegaría al Cementerio General y, frente a él, al Cementerio
Internacional Británico, otro gran desconocido de Valencia. Aunque
para este Curioseando ya hemos recorrido bastante.
Comparte la noticia
Categorías de la noticia