Susana Gisbert.Ya hace tiempo que no tengo más escenario en mi vida que las cuatro paredes de mi casa, cuando no voy y vuelvo al trabajo. Y echo de menos tantas cosas, que cuando las recupere temo empacharme de ellas. Sin embargo, hay otras que echo de más, de esas que echaría bien lejos junto a quienes las hubieran hecho. Con sus haches correspondientes, y todo.
Echo de menos los cafés de cada mañana con mis compañeras. Que, aunque podamos hablar y vernos por videollamada, nada es lo mismo. Anhelo esa mezcla de contacto físico, rutina y aire fresco. Y no veo el momento de volverlo a tener.
Sin embargo, echo de más otras cosas. Por lo que respecta al trabajo, echo mucho de más a quienes no ven más allá de sus narices, a quienes reclaman estadísticas y datos y burocracia sin querer entender que esto no es cualquier cosa. Echo de más la mezquindad de quién es incapaz de preguntar cómo estás y cómo está tu familia antes de reclamarte cualquier cosa.
Echo de menos las cañas, y las cenas y las comidas, incluso esas que planeamos y nunca hacemos por no encontrar día en que coincidir. Echo de menos mirar mi agenda cuando me preguntan si puedo ir a algún sitio, y tener que hacer encaje de bolillos para llegar a todo.
Sin embargo, echo de más la hipocresía, la gente que se sube al carro de cualquier cosa, la que finge saber más que nadie para soltar profecías apocalípticas para quitarnos el sueño. Y, por supuesto, a quien las comparte en mensajes como si poseyera la verdad absoluta.
Echo de menos charlas, mesas redondas, presentaciones de libros, firmas y esa feria del libro con la que disfruto tanto.
Echo de más la pedantería, esas personas que saben tanto que nada les parece bien más allá de su propio ombligo. Y, en especial, a quienes desprecian al prójimo por no estar a su elevado nivel.
Pero, por encima de todo, echo de menos a las personas, la brisa, las pequeñas cosas. Echo de menos besar a mi madre y que nunca se queje de que voy poco a verla. Todo lo que no era consciente que tenía el privilegio de poseer.
Lo que nunca echaré de menos es el optimismo. Cada día me agencio varias toneladas y lo gasto a diestro y siniestro, hasta que se acaba y fabrico más.
Echo de más es a quienes lo ponen difícil. Advierto que. por más que lo intenten, no lo conseguirán
Cuando esto termine, saldré de casa con la sonrisa puesta, como la canción de Tequila. Y, como a ellos, nadie me podrá parar.
Comparte la noticia
Categorías de la noticia