Sabina Escrig El pasado miércoles, como cada
27 de enero, se conmemoró la liberación en 1945 por parte de las tropas
soviéticas del campo de concentración y exterminio nazi de Auschwitz-Birkenau.
Ese día se rinde homenaje a la Memoria de las Víctimas del Holocausto. En la
entrada del bloque número 4 del campo de Auschwitz está escrita la frase del poeta y filósofo español Jorge Agustín
Nicolás Ruiz de Santayana: “Quien olvida su historia está condenado a repetirla”.
Una frase que debemos inmortalizar para no regresar al pasado.
Quiero
pensar y desear que nuestra sociedad es lo suficientemente madura para no repetir
las barbaries del nazismo, cuando primero se señalaba y luego se exterminaba.
Es un pasado vergonzoso y horrible al que no debemos volver jamás, y eso solo
será posible con nuestras acciones y decisiones, y no solo como seres humanos
sino como responsables de una casa llamada tierra de la que solo somos meros
invitados y como tales hemos de comportarnos. ¿Lo hacemos? Lo dudo, y me
incluyo.
Los
invitados deben guardar las formas, cuidar el entorno y los enseres, y mostrarse
respetuosos con los moradores y el resto de los invitados. Pero he aquí que, en
esta casa de prestado de la que todos somos partícipes, no cumplimos las normas,
ni guardamos las formas, ni respetamos el entorno, ni somos respetuosos con el
resto de convivientes. Si nos miramos en un espejo bifrontito, seguro que en la
cara b nos vemos reflejados incumpliendo alguna norma de convivencia “terrenal”,
que no divina; aunque unos más que otros.
Hace
un par de semanas hablé de que tanto la esperanza como el odio se inyectan. Este
último a veces se ensalza a través de los bulos, así que hablemos primero del
tipo de bulos, mentiras y falacias que se inyectan para ganar adeptos y votos.
¿Es lícito o ilícito? Más bien es inmoral.
Esta
semana que finaliza hemos tenido que ver un documento sin firmar, en el que el
Partido Popular de la señora Bonig intentó hacer como si borrara una firma
inexistente, con la consiguiente confusión e inseguridad entre la ciudadanía ¿Quién
miente? ¿Por qué se miente? Mentir no es un desliz, “amiguitos del alma”,
mentir es manipular y corromper la verdad, como intentar confundir a la
población con la supuesta mala gestión de un Centro de Salud que el Partido
Popular situó en Alicante y que está en Fuenlabrada (Madrid, feudo del Partido
Popular y Ciudadanos con el dominio imperativo de Vox). Esta es la cosecha que
va sembrando el Partido Popular: quien siembra vientos, recoge tempestades.
Pero,
¿qué esperamos del mismo Partido Popular que solicitó conocer las subvenciones
y contratos de un Consell Audiovisual que no existe? O bien están despistados,
o están ideando más telenovelas para tapar sus miserias o para tapar la buena
gestión de un Gobierno responsable que, siendo el peor financiado, es el que mayores
ayudas va a dar a los sectores económicos afectados por las medidas anticovid.
Pero
sigamos con otro tipo de bulos, los que durante todos estos meses de pandemia
han crecido considerablemente, convirtiéndose, a menudo, en ataques al
diferente e incrementando el odio entre los de pensamiento único y el resto. Con
cada bulo, la igualdad, la justicia social, la libertad, el respeto, el diálogo
y la cooperación se empequeñecen y merman, porque siempre acaban afectando a la
convivencia y la concordia. ¿Hay alguien ahí?
Y
cuando el bulo afecta a un sector de la sociedad, se da rienda suelta al odio,
y con el odio viene el ensañamiento, el señalamiento, la marca social, la
crueldad y las agresiones homófobas, xenófobas, racistas y machistas. La
extrema derecha se enaltece, y no hay duda de que es gracias al blanqueamiento
de los que justifican, callan y otorgan. Sinceramente, ¿hay alguien ahí?
A
las personas que nos reflejamos en una sociedad diversa, cooperante, justa,
libre y dialogante, solo nos queda estar ahí y seguir luchando contra los
bulos, el odio y las discriminaciones, además de educar a los más jóvenes sobre
las causas y las consecuencias de las ideologías del odio. El futuro de nuestra
tierra solo será posible con la igualdad, la justicia social y la libertad de
cada uno de nosotros.
Como
sociedad, tenemos la obligación de cuidar de esta casa prestada, respetarla,
adaptarla a las necesidades de sus moradores y construir una tierra más sana
para las generaciones futuras. Es una utopía, pero las utopías a veces se hacen
realidad.
¿Estaremos
ahí?
Responsabilidad,
resiliencia y esperanza.
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