Bárcenas: Parece que he visto un lindo Rajoy. VIÑETA DE VICENTE GARCÍA NEBOT Últimamente nos bombardean con noticias relacionadas con la Corrupción en mayúsculas (pero Presunta, no sea que). Y entre todos los casos, el que más titulares ocupa es el de Bárcenas, el ex tesorero del PP al que han metido en la cárcel sin fianza para evitar la destrucción de pruebas o la desaparición de las cantidades astronómicas de dinero que tiene, al parecer, en medio mundo, en paraísos fiscales o custodiadas por testaferros.
Al señor Bárcenas se le debe presuponer su inocencia hasta que se demuestre lo contrario y, por tanto, habrá que esperar para ver si la justicia es capaz de determinar si el origen de tantos miles de millones es fruto, como asegura él, de lo listo que es invirtiendo en bolsa y negociando con obras de arte, o si, por el contrario, se debe básicamente a las comisiones que cobraba el partido a grandes empresas a cambio de la presunta adjudicación de concursos públicos amañados.
Los medios nos cebamos con Bárcenas porque representaría, en caso de confirmarse lo que se viene publicando, el culmen de la corrupción, dentro de un entramado complejo que afectaría a muchas personas y probablemente a la financiación ilegal del partido. Sin embargo, Bárcenas puede ser en estos momentos el caso más llamativo, pero no nos equivoquemos: la corrupción se ha extendido como una gran mancha de aceite por todo el sistema y afecta a todas las administraciones. 'Oficialmente' más de 800 casos por corrupción se están juzgando en España en estos momentos.
La corrupción preocupa mucho en Europa. Un informe político advertía recientemente que “la creciente frustración
podría llevar a muchos españoles a una completa desconexión de la
política”, afectar especialmente a los dos grandes partidos -PP y PSOE- y ahuyentar a los inversores internacionales.
Según este informe, el caso de Bárcenas “es solo el último de una serie de casos de corrupción de perfil
alto, incluyendo uno contra el yerno del rey Juan Carlos. Como
consecuencia, los españoles han perdido la confianza en su clase
política”, aunque la realidad española en cuanto a corrupción va mucho más lejos que estos casos mediáticos.
Porque ahora nos llevamos las manos a la cabeza cuando leemos o escuchamos cómo se han malversado miles de millones de euros, sin darnos cuenta que el robo de dinero público comienza en nuestro pueblo, cuando el alcalde o el concejal de turno, con la connivencia de algún funcionario normalmente, colocan o enchufan a un familiar, con cualquiera de las fórmulas al alcance, incluyendo por concurso oposición con un tribunal sumiso para enchufar de por vida al hermano, primo o simplemente militante del partido de gobierno de turno.
El drama radica en que lo anterior se ha observado como algo normal durante todos estos años de democracia y, en lugar de combatirlo, los partidos y los ciudadanos han mirado, en general, hacia otro lado o han participado activamente para ampliar la red clientelar de enchufados, engordando las administraciones públicas hasta niveles de obesidad mórbida en que se encuentran muchas de ellas.
No son, desgraciadamente, casos aislados, sino que se trata de una práctica extendida por toda España y por todas las administraciones, de manera que en muchos casos no consiguen la plaza los más listos o preparados, sino los mejor relacionados. En general se denuncian muy pocas veces los 'tongos' en oposiciones o enchufismos varios y, desgraciadamente, también son muy difíciles de probar, porque -hecha la ley, hecha la trampa- los funcionarios corruptos les hacen a los políticos todos los trajes a medida que necesitan a cambio de canonjías o privilegios de lo más variopintos. Quede claro, eso sí, que aunque muchos actúan al margen de la ley, la inmensa mayoría de funcionarios y servidores públicos son honestos.
De esta manera, nos encontramos casos muy llamativos y escandalosos de Ayuntamientos donde la inmensa mayoría de los funcionarios llegan a ser amigos o familiares del secretario municipal o de los concejales de los distintos gobiernos municipales que han pasado durante la democracia. Y para cuando sale alguien a denunciarlo sistemáticamente, la justicia es, en ocasiones tan ciega y lenta, como sucedió en Marbella, que no compensa liderar una batalla contra la corrupción por el desgaste personal que acarrea en la soledad de la lucha. Al final, llegas a la conclusión de que todos los políticos, de todos los signos, han pactado en alguna ocasión con quien posibilita los enchufes, de manera que acaban siendo todos cómplices de la corrupción.
Visto lo cual, puedo comprender a quien después de tantos años luchando contra la corrupción, la lentitud de la justicia y la falta de un apoyo claro de la sociedad, se pase al enemigo, como le sucedió a aquella concejala socialista de Marbella que pasó de ser la enemigo número uno de Jesús Gil y Gil, a una de las aliadas del postgilismo.
La corrupción es un cáncer para la democracia y sólo la sociedad española puede combatirlo dándole la importancia que tiene. Mirar hacia otro lado es un lamentable error y te hace cómplice de la degeneración de la democracia.
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