Alicia Sinisterra La mayoría de los
docentes en particular, y la comunidad educativa en general, piensa que la
escuela tradicional ha dejado de ser un modelo válido en nuestros días. Se trata de un modelo que
necesita de una revisión urgente y unos
planteamientos acordes a la realidad del
mundo en el que vivimos. Un mundo globalizado donde la tecnología y la disolución de las fronteras culturales
avanza a gran velocidad.
En este contexto de las nuevas tecnologías, lo deseable sería que no se perfilaran como un fin en sí mismas, sino como herramienta que permita
desarrollar las capacidades del alumno.
Tradicionalmente la educación se ha centrado en el
desarrollo de las inteligencias lingüístico-verbal y lógico-matemáticas, pero la teoría de las inteligencias múltiples
del psicólogo Howard Gardner, premio Príncipe de Asturias de Ciencias
Sociales 2011, afirma que hay ocho tipos de inteligencias. Por lo que la
inteligencia no debería reducirse sólo a lo académico.
En nuestro país “La ley general de Educación
“(1970) supuso un cambio de rumbo que aportaba novedades frente a la obsoleta
rigidez pedagógica de las décadas de los
40, 50 y 60 del siglo XX. Y no fue hasta
las leyes que se han venido sucediendo desde 1990, cuando comenzaron a
introducirse cambios relevantes en el modelo educativo español.
El reto educativo del siglo XXI pasa necesaria e
imprescindiblemente, primero por la responsabilidad política. Y en segundo
lugar, por la interacción de la enseñanza con el mundo actual.
Propuestas iniciadas en Estados Unidos, y ya aplicados en
algunos centros educativos en nuestro país que consideran que el alumno
potencia el pensamiento flexible y su
creatividad cuando se da la combinación
de las áreas de Ciencia, Tecnología,
Ingeniería, Arte y
Matemáticas, pueden darnos una pista de
hacia dónde deberíamos emprender el
rumbo, “repensando la estructura educativa” para construir una educación de donde emerjan los pilares del futuro y el progreso.
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