Miguel Á. Martín
Distopía, efectivamente no
es un defecto de refracción del ojo, ni un fenómeno que da un color diferente
al iris, no tiene nada que ver con la vista. Ni tampoco con la enfermedad. A no
ser que vivir una realidad opuesta a la de una sociedad ideal, pueda
considerarse como una enfermedad social. Efectivamente Distopía es el
antónimo de Utopía. A nadie se le escapa que estamos asistiendo a la
construcción de esta antiutopía. Nuestra cotidianidad, ante nuestros ojos,
asiste al desmantelamiento de la Utopía Ilustrada.
Todos tenemos la sensación
de que día tras día nuestra sociedad, que parecía que solo podía avanzar y
evolucionar, no solo se ha estancado, sino que está retrocediendo.
Casualmente este mes de
mayo se cumplen veinte años de la Conferencia Mundial sobre Derechos Humanos de
Viena donde se fusionaron los derechos civiles y los sociales; declaración en
la que se reconoce en su Art.-5, la indivisibilidad, interdependencia y
universalidad de los Derechos Humanos.
Es posible que en mayo casi
no recordemos que en los dos últimos años, y especialmente en este último,
hemos pasado de disfrutar de nuestros derechos sociales y culturales de
carácter universal a: Un ataque sin precedentes a la educación pública
dañando su calidad y limitando su universalidad; a la práctica desaparición
de fondos destinados a la cooperación; de una sanidad pública y universal a
otra de carácter corporativista; de una legislación laboral que protegía al
débil a otra en la que pretende tratar como iguales a los que no lo son; de
unos servicios sociales para todos a otros solo para “pobres” y como dijo Olof
Palme “un servicio para pobres, será siempre un pobre servicio”.
Este panorama no es nuevo,
ya paso en la Gran Bretaña de Margaret Teacher donde en el año que llego al
poder había un 9% de población en la pobreza y en 1990 cuando dejo de ser primera
ministra los pobres representaban el 24%. Lo que está pasando no es una catástrofe
es pura ideología. Una ideología cuya Utopía es justo lo contrario de la
nuestra, su sociedad soñada es la antítesis de la nuestra, ellos son nuestra
Distopía, que no es una enfermedad. ¿O quizás sí?
Comparte la noticia
Categorías de la noticia