Jaime Navarro
Como lamentaba el clásico inglés Thomas de Quincey, por otro lado reputado fumador de opio, indefectiblemente "si uno empieza por permitirse un asesinato pronto no le da importancia a robar, del robo pasa a la bebida y a la inobservancia del día del Señor, y se acaba por faltar a la buena educación..." y se acaba por ni siquiera ceder nuestro asiento a las señoras...oh my god!
Que al fin, es lo que con exactitud le ha acabado ocurriendo a nuestro idolatrado "experto", que hace tiempo que ya no acierta ni al decir su nombre. Pues las gravísimas y reiteradas mendacidades del sujeto, negacionista recalcitrante en los albores de la pandemia, le han procurado múltiples y fundadas acusaciones de homicidio o incluso asesinato.
Para a la postre, y últimamente, revelarse como un desconsiderado machirulo, con sus chistes además muy malos sobre enfermeras. Lo que doscientos años después confirma al pie de la letra la tan aguda y tan cínica observación de De Quincey.
Y será esta falta de urbanidad lo que finalmente le procure su cese. Tal vez...o finalmente, lo que le atornille al sillón y para siempre -pues con su jefe, en verdad, nunca se sabe...-. Explicitando ello en cualquier caso, la severa, generalizada y aguda subversión de valores a la que asistimos. O más bien, la ordinaria locura que nos asola.
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