Susana Gisbert. /EPDA Hace tiempo que debía este artículo. A mí y a un grupo fantástico de mujeres al que tengo el lujo de pertenecer. Porque ser una de les “Dones esmorzadores” -así, con mayúscula- es un auténtico lujo.
A pesar de lo que mucha gente pueda pensar, este no es un grupo que se dedique solo a juntarse para almorzar y pasarlo bien -que ya sería estupendo- sino que es mucho más. Una combinación de amistad, tradición y reivindicación todo uno. Y del imprescindible comboi valenciano.
Todavía recuerdo como, en tiempos post pandemia, recibía una llamada de Ana, una tuitera con la que había interactuado varias veces pero a la que no tenía el gusto de conocer. Me proponía formar un grupo de mujeres que reivindicáramos la cultura del almuerzo, algo que, por una regla no escrita, parecía se patrimonio casi exclusivamente masculino.
El almuerzo, o “esmorzar” -que no “esmorzaret”- es una costumbre muy recomendable de esta tierra, que consiste en meterse entre pecho y espalda a mitad mañana un bocadillo de cualquier mezcla -cuantas más cosas, mejor- acompañado de cacahuetes -cacau del collaret, con cáscara, por supuesto-, ensalada, y aceitunas y similares. Se admiten, por supuesto, tantas variedades como los comensales estén dispuestos a tragar y el personal de restauración dispuesto a imaginar. Sin límites.
Para que la casa sea completa, una “arrancaora” para comenzar -cazalllita o similares- y una absolutamente irrenunciable “cremaet” para acabar, una suerte de carajillo flambeado que es todo un arte.
Pues bien, este banquete era propio del almuerzo de la gente trabajadora para tomar fuerza, aunque cada vez más se hace en fin de semana, para disfrutar simplemente, o como descanso de deportista, sobre todo, ciclistas.
Lo curioso, y eso me contaba mi ya amiga en esa llamada, es que los bares estaban llenos a la hora del almuerzo, de hombres almorzando. Hombres. Ninguna o casi ninguna mujer que, en muchos casos, se quedaban en casa haciendo la comida o las faenas domésticas mientras ellos disfrutaban a tope. Y llego el momento. Como decía el eslogan de aquel anuncio de antaño, el frotar se va a acabar. Y -añadimos- el “esmorzar” va a empezar.
Dicho y hecho. Las “Dones esmorzadores” hemos ido sumándonos unas a otras, promoción a promoción, y cada año añadimos a un puñadito más. Nos identificamos, como no podía ser de otra manera, con un llavero con un “cacau d’or” que yo llevo a todas partes. Y hacemos una fiesta para dar la bienvenida a las nuevas, y tantas celebraciones como podemos organizar.
Porque desde hace tiempo el almuerzo no solo es cosa de mujeres
Comparte la noticia
Categorías de la noticia