Susana Gisbert. /EPDAHace tiempo que leía sobre un término que, desde el principio, me hizo gracia. Se trataba del “egosurfing”, una práctica que todo el mundo, incluso sin ser consciente de ello, ha practicado alguna vez.
El egosurfing no consiste en otra cosa que no sea bucear en el buscador de Internet correspondiente en busca de noticias, informaciones o imágenes que haya de una misma. Puede se por curiosidad, para encontrar algún dato que no recordamos con exactitud o por simpe orgullo. O, lo que es más frecuente, por una mezcla de todo ello. Y, aunque parezca lo contrario, no hay que avergonzarse de hacerlo.
En este mundo nuestro donde saber lo que se dice de nosotros está a un simple clic desde el teléfono móvil o el ordenador, es difícil sustraerse a la tentación de hacerlo, aunque pueda parecer un ejercicio de presunción, pero hay mucho más. Tecleando nuestro propio nombre en el buscador encontramos desde nuestras propias publicaciones -si las hay- hasta lo que se publica sobre cada cual, que se incorpora a la red desde el momento mismo en que se publica.
Confieso que yo egosurfeo con frecuencia desde hace tiempo, aunque a veces lo hago de tapadillo, casi con vergüenza. Pero ahora sé que no hago mal, sino todo lo contrario. Es necesario conocer lo que se dice, lo que se comenta lo que se publica, especialmente en un mundo donde cada día más proliferan las fake news y en la que cualquiera, armado de un teléfono móvil y conexión, puede verter tantas mentiras como quiera. Y ya se sabe lo que dice el refrán: injuria, que algo queda.
Podríamos mirar hacia otro lado, desde luego. Sobre todo, si tememos que lo que podamos leer no nos va a buscar. Pero eso no hará que la publicación deje de existir, y la ignorancia nos puede costar cara. Como a esa persona que cruza la calle cerrando los ojos como si el hecho de no ver los coches que pasan le fuera a convertir en invisible.
Como siempre, se trata de encontrar el equilibrio. El punto medio entre estar informada y no obsesionarse, no estar mirando a toda hora, pero tampoco ignorar lo que está ahí. Y también hay que aprender a reaccionar con firmeza, pero con mesura. No podemos levantar la liebre por cualquier cosa que no nos guste, pero tampoco podemos pasar por alto lo que ocurre cuando traspasa los límites que fija el Código Penal.
Así que egosurfeemos, pero sin excesos. Aunque sea más fácil decirlo que llevarlo a la práctica.
Comparte la noticia
Categorías de la noticia