Rafa Escrig.
El
aburrimiento es un estado de letargo del individuo causado por la
falta total de estímulos, o por ejercer una actividad basada en
estímulos repetitivos. Tendemos a pensar que las personas de estatus
elevado, las conocidas como jet set, se aburren soberanamente
porque lo tienen todo y que en el lado opuesto, esos que llamamos
currantes, son los que menos se aburren porque no tienen tiempo para
ello. Esto es un gran tópico y se explica perfectamente con la
propia definición que hemos dado anteriormente. Así pues, el
trabajador que realiza un trabajo con estímulos repetitivos, tendrá
muchas más posibilidades de aburrirse que el millonario que puede
diversificar más y mejor su agenda diaria. Una vez despejado el
tópico, podemos entender que el aburrimiento depende del estado de
ánimo con que uno se enfrenta a sus circunstancias personales. La
clave esta en ocupar el tiempo.
El
hombre del Paleolítico debía aburrirse como una ostra precisamente
por la falta de estímulos y porque el día entonces tenía más de
24 horas. Hoy en día, las horas se han acortado tanto que los días
parece que se solapan y no te das cuenta de cómo pasan las semanas.
Tenemos la mente ocupada en tantos estímulos que apenas podemos
darnos cuenta de lo que ocurre a nuestro alrededor. Claro que hoy en
día, también existen las frustraciones, cosa que no existía en el
Paleolítico, y las frustraciones van de la mano del aburrimiento y
de todos los traumas y fobias desde que el señor Sigmund Froid
escribiera allá por el 1905 sus teorías sexuales.
Lo
cierto es que el aburrimiento es un hecho, lo mismo que las neurosis,
la depresión o las manías. Solo que éstas son enfermedades que
tienen su tratamiento y el aburrimiento no tiene más especialista
que uno mismo con el cambio de actitud, y no podemos confundirlo con
una enfermedad psíquica. Esto último va por esa noticia que nos han
dado hace unos días sobre ese enfermero alemán Niels Höegel que,
al parecer, causó la muerte a más de cien pacientes, por simple
aburrimiento, como él mismo declaró. Quizá de lo que se aburría
era de practicar esa tarea, la de matar tan repetitiva y
sistemáticamente. En realidad, estaba matando el aburrimiento, nunca
mejor dicho. En cualquier caso, espero que no se le juzgue alegando
locura transitoria. Esto de los atenuantes siempre me ha parecido un
subterfugio que debería eliminarse en todas las sentencias y además
no me resulta razonable pues, por el principio de reciprocidad, las
víctimas también deberían disfrutar de análogos atenuantes, cosa
que ya no les es posible.
El
verbo aburrir, viene del latín abhorrere de ab, sin
y horrere, temblar, asustar, poner los pelos de
punta. Por tanto, aburrirse podría traducirse figuradamente por:
separarse de aquello que te da miedo. Por eso decimos que sin riesgos
y emociones la vida sería muy aburrida.
Comparte la noticia
Categorías de la noticia