Susana Gisbert. EPDAParce que hace un siglo, pero hace solo un par de años, todos nuestros deseos para el nuevo año se centraban en que la maldita pandemia desapareciera de nuestras vidas. Por aquel entonces, creíamos que eso no pasaría nunca, y nos sentíamos en una suerte de bucle eterno donde mascarillas, hospitales y restricciones era el pan nuestro de cada día.
Hoy, aunque el COVID sigue dando toques de vez en cuando para recordarnos que sigue ahí, aquello parece haber quedado muy lejos. Hasta nos producen un efecto extraño todas las fotografías de aquellos días, con distancias, parabanes y mascarillas.
Pasó esa época, pero no sé si estamos mucho mejor. Se ha instalado en nuestras vidas, en el centro mismo de nuestra zona de confort, un fantasma que siempre habíamos visto como al lejanísimo. Las imágenes de guerra se han convertido en parte del paisaje diario de cada informativo hasta el punto de que ya apenas nos impresionan. Y, además, como aquel viejo refrán según el cual la mancha de mora roja con mora verde se quita, la tragedia de Gaza ha eclipsado por completo a la de Ucrania, que no hace tanto monopolizaba la atención.
Pero la gente sigue muriendo en uno y otro lugar, además de en muchos más del mundo, y nuestro estómago se acostumbra. Un estómago al que solo parece preocuparle en estos días lo que va a engullir en comidas y cenas, y a qué precio.
Esta Navidad cantaremos “Noche de paz” mientras en muchos lugares hace tiempo que desconocen lo que es una noche sin bombas, ni sangre ni muerte, esos lugares donde la “paz” ha desparecido de noche y de día.
El año que se va nos deja un rastro de dolor insoportable. Aunque tal vez lo peor sea que nos hayamos acostumbrado a soportarlo como si tal cosa, como si nos fuera del todo ajeno.
Así que, querido 2023, no te diré eso de “tanta paz lleves como descanso dejas” porque nunca se sabe si no va a ser peor el remedio que la enfermedad. Con que te acabes de una vez, me conformo. Porque siempre queda la esperanza de que el año nuevo traiga todas esas cosas que le hemos pedido, y se deje por fin de demostrarnos que siempre pueden ocurrir tragedias nuevas, que ya hemos tenido más que suficiente.
Muy feliz año nuevo 2024 a todo el mundo. A ver si esta vez el nuevo año no nos defrauda. Siempre hay esperanza
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