Ciclos solares. EPDA
Vivimos
años de exageración y alarmismo con los fenómenos climáticos
(aunque no solo): irreversibilidad, catástrofe, desastre,
emergencia, etc. Pero, la Tierra ha vivido situaciones más negativas
que las actuales, incluso en un pasado reciente, de las cuales se ha
recuperado.
La
etiqueta “cambio climático” lleva en vigor una decena de años.
Antes era “calentamiento global”, y mucho antes, durante la gran
pausa en el incremento de la temperatura media del planeta
(1940-1970), se habló de enfriamiento (e.j. Newsweek, abril 1975).
La reaparición de fenómenos extremos fríos, que podían influir en
la percepción social de no calentamiento, indujo a bautizar el
problema como “cambio climático”, así cualquier variación
percibida, en cualquier sentido, se podría calificar como anomalía.
En
los últimos 530 millones de años, el Fanerozoico, período desde
que existe vida visible, ha habido oscilaciones de más de 10º en la
temperatura media, con glaciaciones y períodos interglaciares
templados (el actual no es el más templado) y de baja correlación
de temperatura y CO2, llegando a superar las 1000 partes por millón
(ppm), casi tres veces más que en la actualidad.
En
el holoceno (12.000 años desde la última glaciación) hubo dos
óptimos, de unos 2000 y 1000 años cada uno, con temperaturas medias
superiores a la actual, igual que en el óptimo romano, de unos 800
años, que facilitó la expansión de Roma por Europa y Oriente y
donde Aníbal cruzó los Alpes con miles de soldados y decenas de
elefantes, en la segunda guerra púnica.
Mil
años después, en el S.XI, se produjo el “óptimo medieval”,
período próspero, con una clara mejora de la esperanza de vida, y
en la agricultura, con cultivos que no se habían podido dar en
ciertas zonas, como vid en Escocia, e Inglaterra, como sugieren
vestigios y nombres de calles (e.j. Wine Street, W1). Es posible que
durante esta época el llamado “paso del noroeste”, hacia
Groenlandia, estuviera relativamente libre de hielo, permitiendo a
los Vikingos navegar en esa dirección.
En
el S.XV, los árabes introdujeron la caña de azúcar (el “canyamel”)
en Valencia, justo a finales del óptimo medieval. El “canyamel”
es un cultivo subtropical, y se dio bien al menos durante un siglo (y
parece que empieza a reimplantarse tímidamente). Es decir, las
temperaturas más elevadas del óptimo medieval, trajeron más salud,
esperanza de vida, riqueza y prosperidad.
El
S.XVII, denominado “maldito”, sufrió una gran disminución de
las temperaturas, con el Támesis y los canales de Holanda helados,
con hambrunas, revoluciones e invasiones causadas por las
inclemencias y la pobreza. En este período la esperanza de vida se
retrajo considerablemente, así como a la actividad económica.
Estos
dos períodos de tiempo (óptimo y pequeña edad de hielo) se
correlacionan significativamente con variaciones de la actividad
solar, con ausencia casi total de manchas solares desde 1620 a 1724,
(mínimo de Maunder).
Desde
entonces la actividad solar ha aumentado, con un período estable
desde 1724 a 1924 y un claro incremento desde 1924, con el “gran
máximo” en 1930, y un nivel alto durante el último tercio del
s.XX. después de la gran pausa. Recientemente (2008) ha comenzado
una pequeña reducción, pero los científicos no esperan una caída
como la pequeña edad de hielo en el próximo milenio (“menos mal”,
pues tendríamos que empezar a hacer todo lo contrario de lo que
estamos haciendo ahora).
Resulta,
empero, pretencioso la “lucha contra el cambio climático”.
Deberíamos usar nuestra ciencia en adaptarnos y en mitigar sus
efectos. Los cambios de los climas, llevan “operando” en la
Tierra 4.500 millones de años, lo mismo que la ley de la gravedad, y
no se nos ocurre luchar contra ella. Adaptación y mitigación
mediante el progreso científico, tecnológico, social y económico
son solución y no el problema.
Víctor
Duart es
físico e ingeniero. Director del Foro de la Ciencia de la Real
Sociedad Valenciana de Agricultura.
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