Amparo Sampedro. EPDA La equidistancia es esa cualidad gaseosa de la que gozan los telepredicadores para flotar sobre el bien y el mal, mientras alientan proclamas a favor de sus intereses.
La equidistancia la ensayan también los opinólogos -telepredicadores sin púlpito en propiedad- para pronunciar sus arengas. La más frecuente ahora es tachar de ideológicas (y, por tanto, despreciables) cualquier acción del gobierno que no se ajuste a su ideario.
Opinólogos y telepredicadores son depositarios siempre de la verdad revelada y, actualmente, vocean su conocimiento absoluto sobre medicina, epidemiología, virología, comportamiento social, salud pública, procedimiento administrativo, derecho constitucional o investigación microbiológica.
Clasifican una misma medida como ideológica, sanitaria o patriótica, dependiendo de quién la implante y dónde. De ahí que restringir la movilidad en la ciudad de Madrid sea una medida ideológica, pero hacerlo en barrios humildes o en Palencia es una medida sanitaria. Que instalar miles de banderitas de plástico en una playa, sin autorización y comprometiendo la salud medioambiental de un paraje natural, sea una acción honorable; pero abrir expediente a la organización por esa actividad irregular es una acción ideológica.
Telepredicadores y opinólogos atribuyen voluntad ideológica (sic) al actual gobierno de España; y se conceden a sí mismos el supuesto beneficio de la no-ideología y la imparcialidad -como si esa etiqueta (absurda) borrara su inequívoca militancia- para retorcer la realidad y manipularla.
Debilitar las instituciones para colonizarlas (como siempre pretende el tipo de poder que ellos defienden) es un fin en sí mismo. Aunque ahora intenten desacreditar también a los profesionales de la administración pública asignando a su condición funcionarial una “natural” consanguinidad política con el gobierno. ¡Cínicos!
Esta vez le ha tocado al CCAES, como antes ocurrió con los profesionales de la enseñanza o la abogacía del Estado; aunque mañana pueden sufrir la misma afrenta los inspectores de tributos o los técnicos de las cuencas hidrográficas.
A propósito de eso: aunque solo hubiera servido para que la audiencia se cayera del guindo y descubriera que los funcionarios no están al servicio de los gobiernos sino de las instituciones del Estado, el programa Planeta Calleja que se emitió el viernes 2 de octubre con Fernando Simón, es un éxito rotundo.
Hubo más pedagogía y conocimiento de causa en las reflexiones del presentador, en las preguntas que formuló y en las respuestas de Simón, que en centenares de intervenciones públicas de telepredicadores y opinólogos profesionales –todos equidistantes, por supuesto- que inundan a diario las televisiones, las radios y las redes sociales.
La equidistancia es indefendible y quien lo hace no muestra una mayor solvencia intelectual sino un cinismo perturbador.
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