Alumnos del centro Mare de Déu de l"Olivar II de Alaquàs en Carcassonne, Francia. EPDA Los alumnos de tercer curso de la ESO de los Centros de Educación
Secundaria Mare de Déu de l’Olivar II de Alaquàs y La
Encarnación de Sueca han vivido de nuevo una maravillosa
experiencia, que seguirá acompañándoles durante largo tiempo.
Durante
el pasado mes de abril, 24 familias españolas de los centros
valencianos acogieron en sus hogares a los alumnos franceses y a tres
profesores del centro Masbou de la localidad de Figeac.
La convivencia resultó muy enriquecedora, tanto para jóvenes y
docentes como para los padres que los acogían en sus casas. Nuestros
amigos galos disfrutaron del soleado clima valenciano, de nuestra
maravillosa gastronomía y de nuestros rincones más emblemáticos:
la Ciudad de las Artes y las Ciencias, el centro histórico de
Valencia, la Albufera... pero también visitaron los museos más
emblemáticos de nuestra ciudad. Junto a sus correspondants
españoles compartieron un día de paddle surf y paella en
el Perellonet.
Cuando
los alumnos franceses regresaron a Figeac, en el lycée Masbou
y en los institutos valencianos el tema más comentado no fue el de
las visitas realizadas en España. Lo que más huella dejó en sus
corazones fueron las experiencias compartidas y la ilusión por
volver a ver a sus nuevos amigos en mayo. Todos ellos alabaron el
maravilloso trato que las familias españolas les habían
proporcionado. Así, estos chicos regresaron con unos conocimientos
lingüísticos más amplios y con una visión diferente sobre España
de la que habían tenido hasta el momento.
Tres semanas
después, nuestros alumnos españoles de Alaquàs y Sueca y cuatro
profesoras compartieron en Francia esas mismas vivencias y durante
una semana se adaptaron a las costumbres francesas. Compartieron
hogar, amigos y familia con sus correspondants, siguieron sus
horarios, degustaron su comida más tradicional y visitaron la
región: la imponente ciudad amurallada de Carcassonne, el santuario
medieval de Rocamadour, el pintoresco e inigualable pueblecito Saint
Cirq la Popie... incluso pudieron visitar el Capitol de Toulouse, a
la vuelta.
Pero también tuvieron oportunidad de disfrutar
de actividades tan dispares y divertidas como cruzar en canoa el río
Célé, dar palomitas a los monos de La fôret des singes de
Rocamadour, montar a caballo en el centro ecuestre de Figeac, o dar
el biberón a los corderitos de una granja de la pequeña localidad
de Albiac. Muchos alumnos, como Alicia, Nuria o Amparo disfrutaron
mucho esta experiencia con tan diferentes animales: “Francia es
muy bonita. Hemos visto pueblecitos preciosos. Pero lo mejor… los
animales, en especial los caballos”.
Nuestros viajeros
también tuvieron la suerte de degustar lo más exquisito de la
pâtisserie française, pues las familias francesas prepararon
en sus hogares con ayuda de los jóvenes los más variados y
tradicionales pasteles y tartas, famosos en el mundo entero. Pero no
sólo de dulces vive el hombre… Daniel, uno de los alumnos
españoles, comentaba a su profesora de francés: “Ha sido una
experiencia increíble. Mi correspondant es judío y me dio a conocer
especialidades de todos los rincones del mundo. He aprendido muchas
cosas de otras culturas y a convivir con gente con ideas totalmente
diferentes a las mías”.
Pero lo que más
destacan aquellos que han tenido la suerte de protagonizar este gran
intercambio lingüístico y cultural ha sido la impresión de haber
forjado unas amistades que van a seguir cultivando en el futuro.
Karla y Silvia lo explican así: “Ha sido una experiencia muy
enriquecedora. Hemos conocido a muchas personas diferentes, todos nos
han tratado muy bien, hemos hecho grandes amigos y nos quedarán
recuerdos que conservaremos para siempre. Ésta es una experiencia
que todo el mundo debería tener”. Rubén también dice: “Todos
los españoles nos unimos al máximo. Estrechamos lazos con nuestros
propios compañeros, con los chicos de Sueca y con los franceses.
Seguimos todos en contacto permanente”.
Esta experiencia
también ha servido para remover sentimientos en el interior de sus
protagonistas. Celia alaba los preciosos paisajes y el buen carácter
de la gente. Pero lo más bonito para su profesora es escucharla
decir que estas vivencias le han hecho madurar. Para Ángel ha
sido todo un reto: “No es fácil irse y dejar a la familia y los
amigos, ni acostumbrarse a la comida, ni a los horarios… Pero ha
merecido la pena. Nos hemos divertido mucho, hemos conocido a mucha
gente… y me siento hasta más filosófico”. Como él, todos
han vuelto más independientes, más maduros. Porque, como dice
Mónica, aunque “a veces, cuando no nos entendíamos, nos
comunicábamos por señas, lo cual era muy gracioso”, lo que
todos afirman es que han mejorado mucho su nivel de francés y han
encontrado una gran motivación para seguir aprendiendo cada día
más.
Los profesores
participantes también han quedado muy satisfechos del resultado del
proyecto. Han establecido unas relaciones maravillosas con sus
colegas franceses, con los que también han compartido hogares, en
Alaquàs, Sueca y Figeac. Y todos coinciden, franceses y españoles,
en alabar la acogida que los tres colegios han dispensado a sus
invitados.
En definitiva, han
sido unas semanas muy gratificantes, fruto de meses de conversaciones
entre docentes españoles y franceses, que ha salido adelante
exitosamente gracias al apoyo y la colaboración de los centros y de
las familias colaboradoras. Las relaciones establecidas entre los
institutos españoles y el francés han sido tan profundas que todos
están pensando ya en un nuevo intercambio para el próximo curso.
Incluso algunas madres, primero en Valencia y luego en Figeac, decían
a una de las profesoras españolas: “Y… ¿para cuándo un
intercambio de mamás?”
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