Equipo socorrismo./EPDA
Equipo socorrismo./EPDA
Gente joven, preparada, con ganas de
ayudar a los demás a pasar un verano lo mejor posible, en la playa de Puçol. El
equipo de socorrismo que dirige
Alicia Martínez ya es veterano en estas lides, varios de sus componentes han
estado cuidando de distintas playas, incluida la de Puçol, en años anteriores.
Pero hasta ahora no habían tenido un
mes tan movido como el de julio de 2020.
Aunque la empresa es nueva en Puçol, Sersamed (Servicio de Salvamento del
Mediterráneo), los jóvenes socorristas ya tienen experiencia en el horario (de
11 a 20 horas), en las fechas (del 27 de junio al 11 de septiembre) y también
en el equipo de trabajo: 7 socorristas, una enfermera, un patrón, un técnico de
emergencia sanitaria y una coordinadora.
Una experiencia que ha sido muy útil
para enfrentarse a tres rescates y una
emergencia durante el primer mes de trabajo este verano en la playa de
Puçol. Todos ellos momentos en los que su trabajo se ve… aunque en el día a día
también atienden en la posta sanitaria central a vecinos que acuden por pequeños
accidentes a los que también hay que dar solución.
«En
todos los rescates hay que seguir el protocolo que tenemos establecido»,
recuerda la coordinadora Alicia Martínez.
«Tras detectar una anomalía, lo primero
es avisar de la posición; a continuación, el que está en la torre más cercana
se lanza al agua; mientras, el ruta informa y se coordinan los demás
componentes del equipo; en la mayoría de los casos, el que está en ruta también
se lanza al agua para apoyar al socorrista; juntos trasladan al bañista a la
arena; se le toman los datos y, si es necesario, se pone en manos de la
atención médica, incluso con ambulancia para su traslado».
Un protocolo que se aplicó por primera
vez el 7 de julio a mediodía, en la
zona sur, al inicio del paseo marítimo, junto al primer espigón, donde el viento
del sureste choca con las rocas y suele provocar olas más grandes.
«Hubo
que ayudar a un niño de doce años que no podía salir porque había mucha
corriente. Afortunadamente, no necesitó de atención médica, sólo de la intervención
rápida de Javi Lapeña y Javi Gimeno, que estaban en la torre y de ruta»,
recuerda Alicia.
Las torres son claves para tener
vigiladas las distintas playas entre los espigones, aunque el que hace la ruta
entre torres también es un personaje clave en caso de que haya que intervenir,
ya que mantiene contacto directo con todos los puntos de vigilancia cada media
hora.
Apenas dos días después, el 9 de julio, Javi volvía a estar en la
torre 1 y le tocaba intervenir sobre las 18.30 horas, en la misma zona sur y
por motivos similares.
«Un
joven de 18 años se había metido en el mar desde mitad del espigón, pero la
corriente lo arrastraba. Fueron sus amigos los que nos avisaron porque no podía
volver al espigón ni a la arena», recuerda Javi Gimeno. «Seguimos el
protocolo como siempre: aviso de posición, socorrista al agua, ruta informa,
coordinar equipo, traslado a la arena, toma de datos y atención médica».
Disciplina, una de las palabras claves en
socorrismo. No dejarse llevar por el primer impulso, seguir el protocolo,
trabajar en equipo.
Siempre el mismo protocolo, aunque la
situación sea muy distinta.
Como sucedió el 23 de julio, sobre las 11 de la mañana, cuando el servicio acababa
de ponerse en marcha.
«Un
hombre de 74 años estaba en posición de tendido prono entre las rocas del
espigón, atrapado. No tenía heridas. Estaba consciente. Pero no podía salir. Lo
atendimos con apoyo de enfermera, socorrista, ambulancia y policía local», explica
Alicia.
Hubo que movilizar a la ambulancia y a la policía para trasladarlo
al Centro de Salud de Puçol. Se trataba de un vecino con párkinson, y pronto se
localizó a su familia. Un trabajo sencillo, vistas otras experiencias.
No ha sido la única ocasión en que la
memoria juega una mala pasada a algún vecino. En otra ocasión encontraron a un
anciano desubicado. Fue en el paseo marítimo. No corría peligro, pero no sabía
situarse. Localizar a la familia era el objetivo y también fue una tarea fácil.
Son quizá los casos que más se ven,
pero no son los más abundantes.
La posta sanitaria es el lugar donde más actividad hay, todos los
días.
Picadura de un pez araña, contactos
con alguna medusa, heridas por tabla de surf y pequeños cortes con piedras o en
la arena forman parte del menú diario. Más de 40 atenciones en el primer mes avalan la importancia de un equipo
en buena forma, bien preparado y dispuesto a ayudar.
Y, sobre todo, la prevención: los
socorristas están para avisar, para evitar que los vecinos se metan en el agua
cuando las condiciones no son las idóneas, de ahí la importancia de atender a
la información que aportan las banderas, entre las 11 y las 20 horas, todos los días desde finales de junio a mediados
de septiembre.
«La
bandera amarilla indica que hay que
estar atentos a los avisos de los socorristas, no se puede pasar de la mitad
del espigón, no se admiten hinchables en el agua y hay que estar atentos a las
corrientes», apunta la coordinadora. «La
bandera roja prohíbe expresamente el
baño, pero para nosotros supone mucha ruta, movernos por todas las playas recordando
a los vecinos que no se pueden meter a nadar… y en caso de incumplir nuestras
recomendaciones, avisamos a la policía para que sancione».
Agosto está siendo más tranquilo.
Aunque en este trabajo uno nunca sabe lo que se va a encontrar cada día. De ahí
la importancia de estar en forma, atentos a cada posible anomalía y siempre con
el protocolo en mente: aunque muchos conozcan los vigilantes de la playa por
fantasías televisivas, el trabajo diario es menos espectacular, pero salva vidas.
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