El Puerto de Valencia en los años 20.
José Aledón A
más de uno le extrañará el curioso maridaje que el titular
sugiere, pero el Grao de Valencia fue, en otros tiempos, todo un
referente en la elaboración y exportación de vinos y aguardientes.
Las
viñas y vinos valencianos han sido famosos desde hace siglos. Fue
famoso en Roma el vino de Lauro, localidad que algunos identifican
con Lliria. Buena carta de presentación de nuestros caldos fueron el
Carló, castellonense y el Fondillón, alicantino, muy solicitados
hasta en mesas reales.
Aunque
desde la Baja Edad Media ha habido embarques de vino y pasas desde el
Grao de Valencia, fue en el siglo XVIII, y gracias a los pedidos de
las armadas británica y holandesa, cuando la elaboración y
exportación de aguardientes vínicos dio forma a la infraestructura
industrial y comercial de la población, debiéndose citar como
primeros destiladores a Melchor Ferrer, Bernardo Lassala, José
Vagué, Francisco Llano, Jacques Bérard, Jean Lavillete, León
Bordalongue, Price, Tupper, etc. Tal fue su volumen de operaciones
que, a principios del siglo XIX, el Grao ocupaba el segundo lugar de
España en la exportación de aguardiente.
Pasan
los años y en el último tercio de ese mismo siglo y debido a los
estragos de la filoxera tanto en Francia como en otras zonas
vitivinícolas de España el Grao de Valencia consigue situarse a la
cabeza de los puertos exportadores de vino del país. En 1883 se
embarcan más de un millón de hectólitros. Esa es la época en que
se crean las grandes bodegas del Grao. Así, Juan Antonio Mompó se
instala en 1870; Pons Hnos. en 1880; Vicente Gandía en 1885,
ampliándose la lista con estos ilustres apellidos: Garrigós, Selma,
Algarra, Mendoza, Lorenzo y el Marqués de Caro. También abrieron
casa en el barrio portuario vinateros foráneos como Françoise
Laurens (1877), Barbier, Lalanne y otros. Ya en el siglo XX se
instalan C. Auguste Egli (1903), Cherubino Valsangiacomo (1905),
Bodegas Schenck (1927), Erik Teschendorff y Ferdinand Steiner.
Tan
importante fue la exportación de vinos y derivados en los siglos XIX
Y XX que hasta el año 1920 no fue sobrepasada por la de cítricos,
como señala Juan Piqueras en su excelente libro “Els vins
valencians”.
El
binomio Grao-Vino ha sido tan fructífero que hasta posibilitó la
fermentación de una obra maestra de la literatura española. El
lugar: un despacho de vinos del Grao. El vinatero: Vicente Blasco
Ibáñez. El varietal: “Venganza moruna” (relato breve). El
producto final: “La Barraca”.
La
génesis de esta magistral novela es tan curiosa que lo mejor es
cederle la palabra al escritor y que él mismo la narre. Dice en el
prólogo de la edición en español de 1925: “He contado en el
prólogo de otro libro mío cómo a mediados de 1895 tuve que huir de
Valencia, después de una manifestación contra la guerra colonial,
que degeneró en movimiento sedicioso, dando origen a un choque de
los manifestantes con la fuerza pública.
Perseguido
por la autoridad militar como presunto autor de este suceso, viví
escondido algunos días, cambiando varias veces de refugio, mientras
mis amigos me preparaban el embarco secreto en un vapor que iba a
zarpar para Italia. Uno de mis alojamientos fue en los altos de un
despacho de vinos situado cerca del puerto, propiedad de un joven
republicano, que vivía con su madre. Durante cuatro días permanecí
metido en un entresuelo de techo bajo, sin poder asomarme a las
ventanas que daban a la calle, por ser ésta de gran tránsito y
andar la Policía y la Guardia Civil buscándome en la ciudad y sus
alrededores. Obligado a permanecer en una habitación interior,
completamente solo, leí todos los libros que poseía el tabernero,
los cuales no eran muchos ni dignos de interés. Luego, para
distraerme, quise escribir, y tuve que emplear los escasos medios que
el dueño de la casa pudo poner a mi disposición: una botellita de
tinta violeta a guisa de tintero, un portaplumas rojo, como los que
se usan en las escuelas, y tres cuadernillos de papel de cartas
rayado de azul.
Así,
escribí en dos tardes un cuento de la huerta valenciana, al que puse
por título “Venganza moruna”. Era la historia de unos campos
forzosamente yermos, que vi muchas veces, siendo niño, en los
alrededores de Valencia, por la parte del cementerio; campos
utilizados hace años como solares para la expansión urbana; el
relato de una lucha entre labriegos y propietarios, que tuvo por
origen un suceso trágico y abundó luego en conflictos y violencias.
Cuando llegó la hora de mi embarco, en
plena noche, disfrazado de marinero, dejé en la taberna todos mis
objetos de uso personal y el pequeño fajo de hojas escritas por
ambas caras”.
Como
matiz a las palabras del novelista hay que decir que la citada
“manifestación contra la guerra colonial” (guerra de Cuba), no
ocurrió “a mediados de 1895” sino el domingo 8 de marzo de 1896
en las inmediaciones de la Plaza de Toros de Valencia. El primer
escondite donde estuvo Blasco Ibáñez fue en una barraca situada en
Almàssera pero, es el último el que ahora nos interesa: ese
“despacho de vinos”.
Ese
“despacho de vinos” del Grao era Bodegas Vento, almacén y tienda
de vinos y alcoholes propiedad de Vicente Vento Aguilar, domiciliado
en el nº 42 de la señorial calle de Chapa. Uno de sus cuatro hijos
varones, republicano y admirador del escritor le facilitó cobijo –
probablemente a espaldas de sus padres - al joven revolucionario
hasta que pudiera embarcar con seguridad.
Casi
dos años después, haciendo campaña electoral como candidato a
diputado a Cortes, se organiza un mitin en el Casino Republicano del
Grao y ocurre lo siguiente, en palabras del propio escritor: “Una
tarde, después de hablar a los marineros y cargadores del puerto,
cuando, terminado mi discurso, tuve que responder a los apretones de
manos y los saludos de miles de oyentes, reconocí entre éstos al
joven que me escondió en su casa. Tuve que acompañarle a la taberna
para saludar a su madre y ver la pequeña habitación que me había
servido de refugio. Mientras estas buenas gentes recordaban,
emocionadas, mi hospedaje en su vivienda, fueron sacando todos los
objetos que yo había dejado olvidados. Así, recobré el cuento
“Venganza moruna”, volviendo a leerlo aquella noche, con el mismo
interés que si lo hubiese escrito otro. Mi primera intención fue
enviarlo a El Liberal, de Madrid, en el que colaboraba yo casi todas
las semanas, publicando un cuento. Luego pensé en la conveniencia de
ensanchar este relato, un poco seco y conciso, haciendo de él una
novela, y escribí “La barraca”.
Ya
no quedan bodegas y almacenes de vinos y derivados en el Grao. Hace
décadas que desaparecieron también sus industrias auxiliares pero
en el callejero local aún se pueden leer placas como “Calle de
Toneleros”.
La
Comunidad Valenciana ocupa hoy el cuarto lugar en la producción de
vino a nivel nacional, siendo el Grao y su puerto - como hace siglos
- la salida natural de buena parte de esa producción.
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